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La crisis de España ante la covid-19
Muy duro ha golpeado el coronavirus a España. Por número de contagiados, fallecidos y personal médico afectado. Y por la perspectiva ruinosa de la economía, que se suma a una inminente crisis política.
18 de mayo de 2020
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España ha sido uno de los países más duramente golpeados por la pandemia del coronavirus. Todos los indicadores negativos que podrían afectarla, lo han hecho de forma especialmente cruda: número de contagiados, personas fallecidas –con dramáticos casos entre las personas de avanzada edad en situación de abandono–, médicos y personal auxiliar infectados y sin material de protección, comercio y servicios paralizados y, de forma inevitable, con una recesión económica que se cuantifica ruinosa.
Según los datos oficiales del Ministerio de Sanidad, actualizados ayer, en España había 231.350 infectados por coronavirus (de un total de 1.830.728 en toda Europa), de los cuales 27.650 han muerto. El subregistro, sin embargo, se teme alto y puede arrojar una cifra real de fallecidos muchísimo más alta. Los profesionales de la salud (médicos, enfermeras y auxiliares, paramédicos) infectados superan los 50.000 (y 76 fallecidos hasta el pasado sábado, según datos de las asociaciones médicas, pues la cifra que da el Gobierno es de 35).
El Producto Interior Bruto cayó 5,2 % (datos del Eurostat) en el primer trimestre del año, indicador mayor que el promedio del resto de la Unión Europea. Y la Comisión Europea advirtió que su previsión es que la economía española caerá 9,4 % en 2020. La deuda pública alcanzará el 115 % del PIB.
Los cuestionamientos al Gobierno de Pedro Sánchez han sido severos y provenientes de diversos sectores. Son múltiples las causas que han impedido que haya podido gestionar mejor la enorme crisis. Es un gobierno en minoría, con coaliciones complicadas y poco leales en el Parlamento, que aparte de eso se vio obligado a gobernar en coalición con un partido de extrema izquierda –cuyos dirigentes fueron asesores y promotores de Hugo Chávez–, hostiles al empresariado y a la iniciativa privada e imbuidos de acusado sectarismo ideológico. En lo institucional, se topa a diario con la dificultad de coordinar las medidas de excepción con 17 comunidades autónomas, entre ellas las habitualmente rebeldes Cataluña y País Vasco.
La población española, en su encierro, clama cada vez más por la rendición de cuentas, y es previsible que una vez el desconfinamiento sea una realidad y la racha diaria de muertes aminore –ya lo está haciendo– la situación política de Sánchez sea tan complicada e inmanejable que no se descarte una convocatoria anticipada a elecciones generales. Entre su cúmulo de problemas no es menor tener que atajar los goles que quieren meter sus socios en el gobierno, dirigidos por el vicepresidente Pablo Iglesias, quien responde con ataques e invectivas a los empresarios que hacen donaciones o lideran campañas solidarias con los más necesitados.
La oposición política y alguna parte de la prensa llevan cuenta diaria de las contradicciones del Gobierno y de sus voceros para el control de la pandemia. Pesa, sobre todo, la evidencia de las advertencias hechas desde finales de febrero y principios de marzo, y las declaraciones de los responsables del Ministerio de Sanidad desestimando el riesgo de contagios y la gravedad del covid-19. También, la decisión gubernamental de alentar concentraciones masivas del Día de la Mujer, el 8 de marzo, para impulsar la propaganda oficial de la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, quien sostiene que el feminismo es patrimonio de la izquierda y que solo esta tiene legitimidad para asumir su vocería.
Panorama complejo y oscuro. Segunda crisis económica en una década, esta con mayor profundidad, que destruirá empleo en masa y que podría despertar una marea de protestas sociales que los socios del Gobierno no dudarían en aprovechar, dejando a Sánchez y al PSOE solos ante el peligro.
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