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El valor de la prensa

Un país sin prensa es un territorio sin libertad. Pocas experiencias más amargas que un día sin la labor esencial de los medios de información y opinión.

19 de diciembre de 2016
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Infográfico
El valor de la prensa

El viernes 19 de diciembre de 1986, hace hoy 30 años, Colombia vivió una jornada de duelo en la que la prensa mantuvo un silencio de 24 horas. Los periódicos apagaron sus rotativas, la radio desactivó sus estaciones y la televisión no emitió ninguna de las ediciones de sus noticieros.

Fue una decisión de consenso entre todos los directores y gerentes de los medios de comunicación del país. Horas antes había sido asesinado Guillermo Cano, director de El Espectador. El mensaje de los asesinos iba contra ese diario y contra todos los medios de comunicación: o se plegaban a las exigencias de los carteles y grupos criminales, con su censura impuesta por las balas, o los muertos serían muchos.

El silencio de la prensa ese 19 de diciembre no fue, ni mucho menos, una forma de acceder a las pretensiones de los censores de la mafia. Fue una pausa de duelo y respeto por el colega muerto, periodista unánimemente respetado, y una forma de mostrar al país en qué condiciones de precariedad e indefensión democrática quedarían todos los ciudadanos, sin excepción, con una prensa silenciada o amordazada.

Ese gesto inédito de la prensa, sin antecedentes en Colombia y seguramente irrepetible, ha sido seguramente olvidado y las nuevas generaciones no tienen de él ninguna reseña. Su significación, su valor, no obstante, son dignos de reconocimiento tres décadas después. Porque patentizan lo que decía el íntegro hombre de letras Albert Camus en una memorable columna en las páginas de su periódico Combat, en agosto de 1944: “Un país vale lo que vale su prensa”.

En el mundo de hoy, salvo regímenes totalitarios como Corea del Norte o Cuba, apagar por completo la libertad de expresión o la de informar y ser informado es cada vez más difícil. Por supuesto que incluso en las democracias y en el mundo libre las presiones, veladas o manifiestas, son una realidad diaria con la que lidiamos todos los medios de comunicación y los periodistas. Aquellos y estos luchamos día a día por informar hechos y realidades que poderes formales u ocultos pretenden que permanezcan en secreto.

Los últimos tiempos han sido activos en un debate sobre el papel de la prensa y los retos impuestos por nuevas formas de comunicación, derivadas de múltiples plataformas tecnológicas. Las posibilidades de opinión son numerosas, y los caminos para obtener información abarcan desde la prensa de trayectoria –término más exacto que el de prensa tradicional– hasta el trino alarmista basado en rumores, sin ninguna labor de contraste y confirmación.

Por supuesto que los retos para la prensa de trayectoria son enormes, pero representan una enorme oportunidad de demostrar que la calidad y la credibilidad no son asunto de mercadeo o popularidad. Un periódico se somete cada día al veredicto de cientos de miles de lectores que, con toda razón, se disgustan si no reciben un trabajo informativo de calidad. Hay un control ciudadano que se complementa con el que ejerce la profesión, dentro de la cual no hay complacencias a la hora de señalar los errores de los otros medios de información.

Esperamos que nunca haya un día más de silencio de la prensa, ni en Colombia ni en ninguna otra parte. El bien más preciado del ser humano junto con la vida, la libertad, no sería plena sin una prensa vigorosa.

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