Despedir a un visionario exige siempre mirar al pasado. Así ocurre hoy tras la partida de Carlos Ardila Lülle, uno de los empresarios fundamentales de la historia contemporánea colombiana y un hombre cuya vida y obra estuvo siempre intrínsecamente ligada a Antioquia.
Desde sus tempranos estudios de ingeniería en la Escuela Nacional de Minas —donde se graduó—, su matrimonio con María Eugenia Gaviria, sus primeros pasos en el sector empresarial de las gaseosas y todo lo que de allí surgió, Ardila Lülle demostró siempre un constante afecto y compromiso por esta región.
Sus empresas más emblemáticas así lo confirman: Postobón, RCN y Coltejer han sido símbolo de los antioqueños durante varias generaciones. Y, más recientemente, la compra del club de fútbol Atlético Nacional consolidó el vínculo que siempre tuvo con esta tierra.
Su visión como empresario estuvo marcada por un conocimiento profundo del país, de la economía y de las necesidades del entorno. Dio muestras constantes de ser un líder capaz de ver más allá, de innovar permanentemente y de reinventarse cuando era necesario. Fue partícipe de muchas de las distintas etapas por las que ha evolucionado la industria y el comercio colombianos y es imposible hablar de la economía del país sin mencionar su nombre.
Ardila fue figura fundamental del mercado de alimentos y bebidas, de los medios de comunicación, de la industria automotriz y del deporte. El sector de las gaseosas, el financiero y el textil, el azúcar, la televisión, la radio, la prensa, los automóviles y el deporte quedan marcados por su presencia. Los productos, las marcas y las compañías que deja hablan por sí mismos de un hombre generador de empleo que demostró tesón, disciplina y ambición. Parte de su legado comprende 80 empresas y la generación de más de 40.000 empleos.
Otro aspecto que destacar en su evolución como figura activa y relevante del país es la filantropía. Su sentido de solidaridad con Colombia estuvo especialmente presente en la educación y en la salud, campos en los que hizo gala de altruismo y generosidad. Pero no se queda atrás el mundo del deporte, que encontró en él un apoyo permanente. El ciclismo, el patinaje y el fútbol recibieron siempre su sólido respaldo.
Frente a la compleja realidad que afrontamos en medio de esta pandemia que no da visos de terminar, vale la pena reflexionar sobre los valores que Carlos Ardila Lülle deja como ejemplo. Su vocación por crear y mantener empleo, su capacidad de iniciativa constante, su apoyo a los emprendedores, su noción de realidad y su compromiso absoluto con Colombia. Todo lo anterior con un sentido de solidaridad innegable que no solo lo definió, sino que también ha dejado huella en muchas áreas de la sociedad.
La coherencia y responsabilidad que demostró en cada uno de los cargos que desempeñó deberían servir de ejemplo en esta coyuntura. Porque no hay forma de salir adelante como nación si no contamos con hombres y mujeres tan comprometidos por construir país como él lo estuvo.
Desde las páginas de este periódico queremos decirle adiós y gracias. Por su incansable capacidad de trabajo, su compromiso inagotable con el país y su sensibilidad para entender que lo que le da al ser humano una dimensión más digna es la posibilidad de tener acceso a un trabajo. Ese fue su orgullo y eso es lo que deja
