¿Para qué el latín, finalmente?, pregunta Livia, una adolescente problemática, como casi todos los adolescentes, confundida frente a una tarea a la que no le ve la importancia. Su mamá, Margherita, una directora de cine que está en medio de la producción de una película, intenta inventar una respuesta trascendental. Pero no lo consigue. Tal vez porque ella misma está lidiando con algo que tampoco tiene sentido: la enfermedad final de su madre.
Ocurre que el mismo desconcierto de su hija frente a las tareas lo vemos en Margherita cuando los médicos, a medida que pasan las consultas profesionales, van confirmando que su mamá, Ada, una profesora de latín retirada, no se va a recuperar esta vez de su enfermedad. Para acompañarla en este tránsito que nos muestra “Mia madre”, a Margherita la acompañan dos personajes opuestos: Giovanni, su hermano mayor, que es la voz sensata de la calma frente a la desgracia, y Barry Huggins, el protagonista extranjero de su película, que está convirtiendo su plató de filmación en una batalla de caprichos.
Nanni Moretti, que en 2001 ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes con “La habitación del hijo” no está interesado acá, como en aquella película, en intentar darle sentido a lo que no lo tiene (que un hijo muera antes que sus padres) sino a demostrarnos que tampoco estamos preparados para aquello que sí: que nuestros padres mueran antes que nosotros. No estamos, en realidad, preparados para pérdidas de ningún tipo: ya sea de lo que hemos amado, de la confianza o de la memoria. Esta fragilidad optimista es lo que somos. Y la exploración de un tema profundo, la hace Moretti a través de escenas simples y cotidianas, en las que se habla de la mala comida de los hospitales, o donde una actriz escucha un consejo con el que Margherita desorienta a sus intérpretes aunque crea que los ayuda. El resultado, igual que el consejo, es una película que podría confundir a muchos, pero que se parece más a la vida de lo que quisiéramos aceptar. ¿Por qué el mundo no para cuando debería? ¿Por qué no dejan de llegar las cuentas ni nuestros empleadores se abstienen de atosigarnos con exigencias? Pues porque la vida no es un guión lógico. La vida es esta serie de acciones inconexas a las que nosotros, como quien busca la raíz latina de una palabra, intentamos darle una coherencia que en realidad no tiene.
Esa forma de contarnos la historia, hace que “Mia madre” sea un relato desigual, donde pasamos de los graves sueños de la protagonista (una admirable Margherita Buy que asume con muchos aciertos el vaivén emocional de su personaje) a momentos de comedia un poco absurdos (los menos logrados) en que nos preguntamos por qué estamos viendo “Mia madre”. Pero la respuesta al final también la da la película: será lo que hagamos, lo que hicimos, lo que quede de nosotros. Seremos la gente que nos quiere. Los cariños que nos hayamos ganado. La raíz latina de las palabras que pronunciamos y que otros guardarán en su memoria.