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Pronto se estrenará la serie de Cien años de soledad, producción que adapta la novela del Nobel colombiano, Gabriel García Márquez. Lo que se sabe de la serie hasta el momento no es revelador. Serán dos temporadas de 20 horas para contar la saga de la familia Buendía. Se sabe que los herederos de Gabo accedieron a esta adaptación porque consideraron que el formato de las series se prestaba más para adaptar una obra pletórica de tramas y personajes. Durante toda su vida, Gabo se había resistido a vender sus derechos para el cine porque no confiaba en que los guionistas hicieran un buen trabajo al condensar el universo macondiano en dos horas de metraje. También se sabe que los actores serán latinoamericanos y que las locaciones tratarán de ser fieles a ese paisaje exótico-maravilloso del realismo mágico. Hasta este punto, con todo lo demás que no se sabe de la serie, los seguidores de Gabo tienen mil caminos para fantasear con las posibilidades de la serie y para temer, también, los posibles desastres.
Un primer temor es que dos temporadas no sean suficientes para desplegar ese mundo vivo que existe en el libro. Los lectores que vuelven una y otra vez sobre Cien años de soledad tienen una experiencia que muta en cada relectura. A veces, toda la historia se lee de un tirón; otras veces, se demora a voluntad el avance de los capítulos. Uno de las virtudes de la obra es su poder para dilatarse o comprimirse según las fijaciones de cada lector. Yo podría quedarme horas leyendo el pasaje de la fiebre del olvido, por ejemplo, y saber que toda la obra cabrá en 20 horas de producción me hace temer que no le dediquen el tiempo suficiente. Una fantasía que me doy la licencia de albergar es que esa epidemia desmemoriada abarque toda una temporada.
Pero tal vez sea mucho pedir. Es muy probable que algunos anhelos alrededor de esta obra no puedan cumplirse. Con las aventuras de todos los Aurelianos habría suficiente material para diez temporadas. La historia de Renata Remedios y Mauricio Babilonia podría ser digna de una miniserie sobre amores truncados. Las andanzas de Melquiades estarían a la altura de los western crepusculares protagonizados por Franco Nero. El carácter coral de la novela permite que cada personaje tenga el peso suficiente para ocupar un lugar esencial en la historia.
Sin embargo, puede ser una ventaja que la serie esté planteada en un principio de una manera prudente. Su éxito entre las audiencias podría detonar todo un universo transmedia que le permita a la historia independizarse de su autor para sumar creadores que escriban otras derivadas, que a su vez se conviertan en otras novelas, series, historietas o videojuegos, ¿por qué no?
Las historias no deberían morir con sus autores y tampoco obedecer ciegamente ese punto final de la última página. La serie que está preparando Netflix podría servir para la escritura de esos párrafos posteriores en los que se exploren otros recovecos de Macondo y salgan a la luz nuevos rostros, otros nombres y aquellas familias secretas que cohabitan el pueblo en el que los Buendía alcanzaron su esplendor y decadencia.
Si la serie de Netflix resulta ser un acierto, los herederos de Gabo deberían dejar el camino abierto para que se adapten otras obras como El otoño del patriarca, que en vísperas de 2022 podría ofrecer un espejo perturbador del escenario político, y permitir que los creadores engendren nuevas tramas.