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La palabra justa. “Ellas hablan” de Sarah Polley

07 de marzo de 2023
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Samuel Castro. Miembro de la Online Film Critics Society. TW: @samuelescritor

Poética decimos casi siempre, cuando deberíamos decir bucólica. Porque asociamos la poesía en el cine con escenas silenciosas filmadas con planos amplísimos, en las que los paisajes llenan la pantalla y las personas son apenas reconocibles bajo el cielo brumoso, junto al mar inmenso o la llanura extendida. “Ellas hablan de Sarah Polley, sí merece plenamente el adjetivo, pues está pensada y construida como un poema.

Primero, porque tiene una voz. Una voz poética. “Esta historia termina antes de que tú nacieras”, comienza diciendo una de las mujeres que veremos hablando a lo largo de la película. Pero no lo dice a cámara ni como parte de un diálogo. Se lo dice a alguien que representa el futuro, a un bebé que está por nacer y que lleva en su vientre Ona, el personaje luminoso que construye Rooney Mara, a quien vemos en la primera imagen de la película, violada en su propia cama, en un plano cenital capaz de encontrar la belleza incluso en la desgracia. Como un verso bello que nombrara una tragedia.

Lo segundo es su estructura. Sarah Polley, la talentosa actriz y directora canadiense, ha adaptado la novela de Miriam Toews de tal manera que cada pocos minutos hay un pequeño “verso” visual (unas manos que dibujan sobre papel, una cabeza cansada que se recuesta en un hombro, unas yeguas a punto de desbocarse en un camino polvoriento), que unidos a los demás con una edición de filigrana, a cargo de Christopher Donaldson y Roslyn Kalloo, componen un poderoso himno sobre lo que es ser mujer, sobre el miedo permanente que ello implica y la valentía necesaria para serlo en un mundo dominado por hombres.

Pero sobre todo “Ellas hablan es una película poética por la importancia de cada palabra que se pronuncia, de cómo se pronuncia y quién lo hace. Porque estas mujeres de una comunidad perdida en el tiempo, que han descubierto que los causantes de las violencias nocturnas sobre sus cuerpos son los propios hombres con quienes conviven, que abusan de ellas después de drogarlas rociándoles un anestésico para animales, están conversando para crear un mundo nuevo en el que ellas puedan estar seguras. Y están hablando de la lucha, del perdón, del necesario alivio para sus heridas, desde sus perspectivas, que las enfrentan como se enfrentan los personajes encarnados por Jessie Buckley y Claire Foy con inobjetable convicción. Están hablando con la diversidad de pensamiento con la que en verdad hablan las mujeres, que no son esa entelequia que las nombra a todas, las mujeres, sino cada una de ellas unidas por la complejidad de la palabra, las mujeres. Su deliberación en un establo mal iluminado es el símbolo de la conversación que por fin pueden tener en nuestros días, cuando los hombres deberíamos tomar nota y callar hasta ser llamados, como hace August, el hombre bueno que las acompaña.

Oírlas es escuchar a nuestras mujeres, cansadas de que se sigan cantando canciones y poemas en su honor desde espacios vedados para ellas. Hastiadas de elegías inútiles, que se pronuncian frente a sus tumbas.

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