Pico y Placa Medellín
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Por Diego Londoño @Elfanfatal
Su voz llegó como un rumor. Un secreto a voces que se convertía en grito, en un megáfono abierto y expuesto. Ella era la chica de Medellín que tenía que escuchar.
Así llegó Bella Álvarez a mis oídos y a mi vida, y puedo decir que ha sido uno de los grandes descubrimientos que ha dado recientemente la música de la ciudad de Medellín.
En 2014, con dieciséis años, Bella Álvarez empezó tímidamente a componer sus canciones y a mostrarlas al mundo desde Bello Antioquia. Una melancolía de antaño, una voz dulce de ruiseñora, una colcha de retazos de historias propias y ajenas y un despecho eterno y dramático acompañaban esas melodías que recibieron, con toda seguridad, la influencia de la balada romántica de Iberoamérica.
Su música nace de letras llenas de sentimientos y de una constante evocación por la naturaleza; cada una de sus canciones es una historia que narra lo cotidiano y que se convierte en un reflejo de aquellas cosas que habitan en su corazón.
Ahora, a punto de cumplir 10 años de trayectoria, su voz se hace fina, como terciopelo, su nombre resuena en muchos espacios y sin temor a equivocarme, será, si no se baja del barco, una de las voces que recordaremos con los años en la industria musical latina.
Su debut discográfico fue un leve susurro para el ruido mediático, se llamó Hortalizas y flores, allí, como la levadura al pan, empezó a crecer para luego en el 2021 presentarnos su primer larga duración llamado Canciones para una casa chiquita. Su segunda placa discográfica fue El segundo sol, un disco con el que experimentó la oportunidad de llenarse de una nueva vida con el regreso al exterior y a la luz, todo materializado en esas nuevas canciones que construyó al lado de uno de los grandes productores del país en la actualidad, Adán Naranjo.
Con la guitarra acústica, el cuatro y con su voz, Bella encuentra un lugar seguro para mezclar elementos del folk, el pop y los paisajes sonoros. Consolidó su piel artística y su género musical: Neo Tusa. Una forma de nombrar su forma, su fondo, su superficie y su voz. Todo esto le permite crear imágenes visuales que la llevan al campo, al olvido y a su hogar.
Me emociona hablar de ella, me emociona escucharla, me emociona pensar que este proyecto tiene tantas alas como la fuerza de estas canciones. Por eso, estas historias pasajeras con lágrimas de un corazón herido, se convierten en una oportunidad para que todos la escuchemos y le pidamos a Bella Álvarez que no deje de cantar, que no deje de soñar con su anhelo por ser canción.
Guarden en su memoria este nombre: Bella Álvarez.