Paula Soto cierra los ojos, abre la boca, expulsa de sus poros todo el arte y se convierte en Feralucía, un álter ego místico, misterioso, que de a poco se consolida como uno de los proyectos musicales más interesantes de la actual música colombiana. Ese sueño empezó a construirse desde que era una niña y desde que integró el grupo infantil Duende Luna, creado por la profesora María del Rosalio Castaño. Allí descubrió una especie de contorsionismo para modelar su voz y las intenciones de sus creaciones.
La música se convirtió en huella y camino por recorrer, y además en una manera para descubrirse como ser humano y encontrar un lugar para habitar el mundo.
Con el tiempo esos pasos por nubes espesas se hicieron más firmes y nació con fuerza el proyecto musical Feralucía, una apuesta artística que va más allá de la música, que se nutre del arte plástico y la literatura y logra abrir conversaciones crudas e íntimas con quien escucha con atención.
Cada una de sus canciones acechan diferentes aspectos de su propia psiquis, y reafirman el mensaje: “No hay un solo fondo, siempre se puede ir más profundo”.
La Flecha, su segundo disco.
Recientemente Feralucía publicó su segunda placa discográfica, su nombre es La Flecha, contiene 10 canciones, una tabula rasa emocionante. Cada canción es un lienzo, blanco, plano, frío, que mientras avanzan los segundos se empieza a pintar de colores, de texturas, de emociones, de significados y termina por transformarse en una masa fuerte y dura, en el disco entero, en un museo de las sensaciones, de las verdades particulares y de una sensibilidad mística, mágica y misteriosa.
El disco es la flecha, y a la vez el corazón sangrando y el orificio profundo. No es posible catalogarlo dentro de una sonoridad particular, tiene pinceladas de rock, de pop, de la africanía con las percusiones, de una vanguardia sorprendente con las secuencias y sonidos digitales, con una voz que nos cuenta historias con una visceralidad alucinante. Es un rito chamán con guitarras, efectos y poesía dolorosa.
Aparentemente con este disco Feralucía busca retarse como productora, compositora y cantante. Es un disco que hace buen uso de los recursos presentes, que juega con la espacialidad, el minimalismo y que es versátil musicalmente, lo que lo hace poderosamente internacional.
Todas las letras del disco se conectan entre sí, como acertijos involuntarios grabados en las rendijas de cada canción. En La Flecha se cuelan inesperadamente las influencias de la música que escuchaban los papás de esta artista; entre boleros, baladas, folclor colombiano, son cubano y el interés particular que profesaban por la poesía en la música de aquella época, la música protesta, y las cantantes que escuchaba en su infancia. Es un loop que atraviesa toda su vida.
La Flecha es un álbum que aturde. Tiene alma, tantos tonos de deseo y nostalgia. El júbilo, la aflicción, el erotismo y el inmensurable casi nauseabundo dolor que viene con el querer o soltar. La Flecha es amor, deseo, rabia, muerte, soledad y la catarsis que muchos necesitábamos.
Acá se asoma, como la sombra de lo bello, uno de los discos colombianos más importantes del año 2022.