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Ciertas películas logran, gracias a su momento de aparición en la conversación cultural y a pesar de sus particularidades locales, tener una resonancia universal, hasta el punto de conectar con distintas audiencias como si hubieran sido pensadas para ellas. Porque si uno es colombiano, después de ver “La caída”, de Lucía Puenzo, estrenada en Prime Video hace unos días, es inevitable recordar las denuncias que han tenido que hacer en los últimos años muchas deportistas, incluidas varias de las integrantes de la selección de fútbol, por acoso o abuso sexual. Y si fuéramos estadounidenses de inmediato vendría a nuestra memoria la figura del exmédico Larry Nassar y las agresiones que cometió contra varias gimnastas de la selección olímpica. Es decir, no tenemos que haber leído nada sobre las acusaciones contra su entrenador que hizo la clavadista mexicana Azul Almazán y que son el origen de la idea de esta película, para que su historia nos toque y nos formule preguntas.
Una de las que mejor contesta el sensible guion escrito a diez manos por la directora junto con Mónica Herrera, Samara Ibrahim, Tatiana Merenuk y María Renée Prudencio, es la de las razones que hay para que las denuncias no se formulen de inmediato. Y es esa respuesta lo mejor de la película, porque nos recuerda que la vida no es en blanco y negro, que a veces ni las mismas víctimas saben que lo están siendo, pues el hecho de que sean ultra profesionales en su disciplina no implica que dejen de ser niñas o adolescentes en otros aspectos de su existencia. En ese sentido, la película es iluminadora gracias a la sensible dirección de Lucía Puenzo, especialista en contar con claridad narrativa las temáticas más complejas (vean apenas puedan “XXY” para que lo comprueben) y que aquí logra algo muy difícil: mostrarnos las cicatrices para que intuyamos las heridas.
Sin caer nunca en la obviedad ni en lo previsible, acompañamos el proceso de introspección que debe vivir Mariel, la candidata más veterana del equipo de clavados mexicano, justo antes de asistir a sus últimas olimpiadas, cuando la tensión comienza a cobrarle factura. A esta situación se suma que su compañera en los clavados sincronizados se lesiona y debe adaptarse a una nueva pareja, y que la madre de ésta, que es una jovencita con la misma edad de Mariel cuando comenzó, denuncia a Braulio, su entrenador de toda la vida, por comportamientos inapropiados, lo que profundiza el momento de crisis.
Ni la acertada dirección de Puenzo ni la inteligencia del guion serían tan efectivas en “La caída” si no contaran con las actuaciones enormes de Hernán Mendoza como el intenso entrenador que logra ponernos de su parte en algún momento, y de Karla Souza, que asombra con su entrega física y emocional al personaje y con todos los matices que es capaz de transmitir en una mirada de sus ojos azules, hondísimos, donde el agua en la que se sumerge parece reflejarse todo el tiempo, y donde el dolor termina brillando siempre, incluso cuando la sonrisa triunfal de Mariel sea su mejor medalla.