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Amantina o la historia de un desamor. Cuarenta años después...

30 de septiembre de 2015
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“Doce años atrás... Nos tocó partir de una tierra humillada y árida, violada y cruelmente inmersa en sus ríos rojos, en sus soles rojos y en sus lunas rojas. El terror, ese sino que persigue a nuestro pueblo, era el protagonista, es el protagonista.” (J.M. Freidel, 1987)

Es esta la tercera pieza escrita por el dramaturgo antioqueño José Manuel Freidel, pero por su compleja estructura dramática y por los firmes trazos de carácter que imprime a sus personajes habría que señalarla como la obra fundacional de su poética personal. ¡La tercera es la vencida!. A decir de Joe Broderick, “constituye el hallazgo de un lenguaje teatral propio que será característico de la dramaturgia de José Manuel Freidel en sus años posteriores”. Tal vez por su sórdido lirismo y por el uso de expresiones arcaicas, en veces charadas, una suerte de adivinanza de usanza de sus antepasados, su obra fue tildada de barroca. Lejano a cofradías y canonjías que por aquellos años 70 regentaban el poder de la escena nacional, de las que “el método” de la creación colectiva era su bastión, el autor lanza esta especie de proclama, de grito herido, de clamor en pos de la poesía en escena. No más banderas, no más consignas, no más panfleto.

Estructura circular y de desdoblamiento de personajes. Como el pez que se muerde la cola, en Amantina principio y fin son uno solo. Una tropadía de alegres mendigos da vida a esta historia del desamor, son ellos los que reconstruyen el relato de esa mujer que a diario veía el dramaturgo recorrer las calles de esta ciudad desolada, mirándose, maquillándose eternamente en su espejo roto. Fragmentos de fugaces noches de amor y toda una vida solitaria, el desamor.

Es también el recurso de la metonimia. Como las cajas chinas, escenas que contienen otras y así at infinitum, pues de los mendigos que tornan al tiempo del éxodo y el despojo, lo metateatral da curso a lo onírico, los lúcidos mementos en que la Abuela (personaje basilar en la obra de Freidel, inspiración pura y dura de su propia abuela, Eduviges), prefigura su propio exilio, a la par que rememora y da vida a otro personaje, Cristal, remake en homenaje a “La Maestra”, de Enrique Buenaventura, violada por militares y para quienes, como la mitológica Circe, prepara su venganza (ven-gan-za, za, za), invitándoles al banquete en que serán cercenados, esto es, capados.

Cada acto de los cuatro en que se divide la pieza, es prologado por un “De como”, esto es, adverbio de modo que presupone un hecho teatral que va a ser develado a ojos del espectador. Especie de narrador omnisciente, ruptura de la estructura aristotélica, que en la tragedia griega hace las veces (y las voces) del “coreuta”. El coro como extrañamiento.

Por tercera vez Exfanfarria teatro retoma este drama de desplazados: 1975, 1987 y ahora en este 2015, tres montajes distintos y una sola Abuela verdadera, en los que ha perdurado como siempreviva en flor, Nora Quintero. En esta versión con dirección de Fernando Zapata Abadía, el escenario es limpio, escueto, en un taburete esta la Abuela, evoca la escena, hecha a “desandar lo andado con la experiencia de lo ya adquirido”. Es, entonces el tono de evocación, de memoria, y la Abuela como narradora, los que imprimen sello personal a esta propuesta, no exenta de tentativas de lo corporal cuasidanza contemporánea, tan cara a su director. La dramaturgia del actor, el texto espectacular, refuerza la acción dramática, en la que se da vuelta de tuerca a la prístina escritura. Si en el texto (pretexto) inicial la obra se desdobla desde los mendigos, ahora, es la Abuela la que crea a estos personajes, quienes a su vez desdoblan la escena para dar vida a esta Amantina.

La música de Renato Peone, una suerte de “moledura de piedras” acrecienta el aullido. Tania Granda es Amantina, redimensiona la locura desde la veta sicótica del autista.

Amantina constituye sin duda un hito del teatro colombiano. Nota: Se presenta esta tarde, a las tres, en Exfanfarria Teatro, en Salas Abiertas.

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