“Creo que ya existen las capacidades, sobre todo en países como Colombia, para que afrontemos la crisis de extinción de especies. Necesitamos movilizar a las comunidades, empresas y al mismo Estado, que, a veces, resulta ser el más complicado, para emprender una cruzada contra la extinción.
Claramente en cada cuenca, en cada jurisdicción de una gobernación, alcaldía o Corporación Autónoma Regional hay acciones muy concretas para detener la desaparición masiva de especies. La mayoría tienen que ver con la transformación de las prácticas productivas para hacerlas de manera sostenible.
No hay ninguna razón para pensar que la agricultura e incluso la minería bien hecha y otras actividades económicas tienen que ser obligatoriamente con base en la destrucción del patrimonio biológico del país.
El ejemplo más llamativo es el del caimán aguja, el cual ha sido rescatado de la extinción por las comunidades de Cispatá, en Córdoba, a través de un plan de aprovechamiento sostenible, a partir del conocimiento autóctono. Así como este caso hay trabajos en el Magdalena, defendiendo los manatíes; programas de comunidades en el río Meta, protegiendo las tortugas charapas. Ya estamos en otro momento de la historia.