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Jaime Jaramillo Escobar ha muerto, ¡viva Jaime!, el mejor poeta de la generación nadaísta. “Silencioso como un secreto, misterioso como una cita de amor, solitario como un ombligo o como un río”, dice Gonzalo Arango, el mismo que enfatizó que Jaime era el más raro de todos los nadaístas, pues “trabaja ocho horas al día, cobra quincena, paga impuestos al Estado, tiene cédula como cualquier ciudadano...”, en fin.
El primer libro que editó Tragaluz, por allá en 2006, se llama “Tres poemas ilustrados”, las ilustraciones son de José Antonio Suárez Londoño y los poemas son de este nadaísta, quien se apodó X-504, cifra esta que inicia su cédula de ciudadanía, aunque el mismo Gonzalo decía que su seudónimo de placa de carro o de cohete se debía a su odio por la fama.
Ese librito rojo lo conservo como un tesoro, y en estos días de ausencias he vuelto a poner el diminuto CD que trae la edición para escuchar la voz de Jaime, especialmente cuando recita “Perorata”, donde el poeta adopta el esquema mental y la retórica del culebrero de alguna feria de pueblo. El mismo Darío Jaramillo Agudelo, quien escribe el posfacio, le pidió al poeta que le contara cosas sobre ese poema. Y me sorprendió descubrir que este poema no se escribió en una sentada, ni fue un rayo de luz; al contrario, lo comenzó en Barranquilla en 1969 y lo terminó en Cali catorce años después. “Un día de agosto de este año (2006) lo leí acá, en el Parque Bolívar, con el público habitual. Al terminar, varios lustrabotas me ofrecieron gratuitamente sus servicios para que me sentara a conversar con ellos. Según mi experiencia, esta es la gente que entiende los poemas. Los profesores no entienden nada porque aplican teorías hechas para enredar y confundir lo que está claro. La academia no soporta la claridad porque eso la mata”.
Jaime fue técnico de las primeras generaciones de computadores, publicista, editor y hasta el día que cerró los ojos por siempre dirigió su famoso taller de poesía en la Biblioteca Pública Piloto. “¡Señoras y señores, oh, señores! Mirad esta caja roja. ¿La veis? En ella traigo mi poema, que se irá desenrollando ante vosotros, aquí frente a vuestras miradas, haciendo sonar sus crótalos de colores y estirando la cabeza para veros mejor y de vez en cuando lanzaros un picotazo”, lo escucho culebrear el poema con esa fuerza que nos enseñó a no comer poemas calientes, “el buen poema se come frío”. Jaime Jaramillo Escobar ha muerto, ¡viva Jaime!