viernes
0 y 6
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Te has dado cuenta que el afuera está hoy adentro, que no somos mucho, pero llegó la hora de bastarnos. Vivo solo, estoy siempre adentro, como miles llevo un mes dando vueltas en círculo, las emociones van y vienen, me visita el miedo, el mío y los ajenos se pasean por los pasillos y las escaleras del edificio que habito, para superarlo hace unos días necesité unos ojos y para vivirlos más que para verlos acudí al supermercado, el contacto visual con ellos reconfortó mis días, estaba a punto de olvidar lo que significan dos pupilas que te miran e intercambian un parpadeo, hace años que no era tan feliz con tan poco y regresé tranquilo adentro, hice pan y convertí el miedo en masa que horneé y compartí con otros, ese día me devoré el miedo, otros los dejo pasar, al resto lo ignoro.
Trato también de amasar los recuerdos que se hacen líquidos y se escapan entre los vericuetos de la testa y pienso que obviamente nuestra memoria guarda situaciones que desconocerán los jóvenes, nosotros recordamos la calle, la cuadra, la casa, la manzana, el barrio y los amigos, las andanzas en manada, el grupo o el combo, ¿como serán las relaciones después de que nos inocularon el temor más que el virus? ¿cuáles serán las nuevas ritualidades que nos impondrá la bioseguridad?, seducir en la barra de un bar seguramente será cosa del pasado, acercarse a un desconocido resultará ofensivo, ¿bailar en pareja será aún posible?, seguramente lo más subversivo resultará convocar a fiestas y festivales para tocarse, ¿las caricias serán un recuerdo? ...aterra pensar en el uso político que harán los gobernantes del temor ya instalado en nuestras conciencias, seguramente sacrificaremos mucho por creernos seguros, estamos listos a rendirnos y entregar tantas libertades adquiridas en nombre de la seguridad.
También están de visita los números, vienen a diario, la matemática y la geometría del virus construyen y dibujan el mapa del encierro, hacemos sumas y restan previendo ingresos y egresos, tabulando el haber solidario y distribuyendo día a día expectativas, penas y pesos, pero hay indicadores que no ceden, son los de la violencia de esta falla ontológica llamada país que se resisten a parar, duele escuchar la matemática de los verdugos que en este encierro violentan a sus víctimas y hacen del hogar un nido de odio y la de estos políticos nuestros que siempre suman para sí sin entregar nada a cambio, para ellos no existe la economía de la ética, tampoco se detiene la suma de los líderes sociales asesinados. A Hamilton Gasca lo mataron con sus dos pequeños hijos en la vereda La Consolata en El Cauca, a su esposa que sobrevivió a la tragedia con uno de sus hijos la amenazan “los Cobras”, “los Escorpiones”, “los de Sinaloa” y las disidencias de las Farc, a ellos se añaden los asesinatos de trece líderes más.
Ojalá al final de este estar adentro igual a como sucede en Ensayo sobre la ceguera de Saramago nos visite y habite la lucidez, para reconstruirnos y para que por fin dejemos de ser “ciegos que, viendo, no ven”.