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Columnistas | PUBLICADO EL 18 septiembre 2022

Un montón de hermanos

El vínculo con los hermanos, sean de cuna o de los que uno se encuentra por los caminos de la vida, genera una unión espiritual en la que se comparten expectativas, vivencias, alegrías, tristezas, convicciones.

El calendario está atiborrado del “Día Mundial de...”. Cada uno tiene como fin la celebración, la conmemoración o la concientización de infinitas efemérides, profesiones y enfermedades, entre algunas muy extrañas, como el día del infiel, del pistacho o de la marmota. Pero hace poco, el 5 de septiembre, se celebró el Día Mundial del Hermano y ese, como tantos otros, me parece justo, merecido y conmovedor.

Los hermanos de sangre, si bien no podemos elegirlos, pueden ser las personas más cercanas y desencadenar relaciones de amor, amistad, lealtad y compañía permanente. O al contrario: pueden ser las más lejanas y terminar en relaciones conflictivas, celosas, hostiles, de rivalidad y de odio, en ocasiones. Todo depende de las condiciones particulares de la vida familiar.

No es por dármelas, pero, como diría Óscar Domínguez, mi colega de estas páginas: “A mí la riqueza me la dieron en...” ¡hermanos! Tuve un montón. Y cada uno, a su manera, me ha servido de piso, de soporte y de techo en esta vida.

En el paquete me salieron:

Un ángel de la guarda, alias Pía. Eficiente y organizada. Experta en abrir caminos cerrados y en ayudar a solucionar problemas. Por más difícil que sea la misión, ella lo logra.

Un cuenta chistes que, de tan descachado, es hasta gracioso. Un ser humano sensato, práctico, locuaz, sensible y servicial.

Un mono muy pragmático. De pocas palabras, pero de hechos contundentes. Nos da cátedra de valentía todos los días. Es pausado, derecho y sin atajos, de los que no permite correr la línea ética ni un milímetro. Es el papá de la compostura y la decencia.

Un flaco lunarejo de dientes grandes que se quería comer el mundo. Tenía apenas 24 años cuando un matón a sueldo acabó con su vida. A nosotros nos arrancaron un pedazo del corazón, los sobrinos perdieron un tío querendón y el Gran Combo de Puerto Rico al más fiel de sus seguidores. Con su muerte aprendimos que del dolor de la violencia no se vuelve.

Y otro que parece la llama olímpica: no se apaga nunca. Su carisma, su iniciativa, su fuerza y su emprendimiento lo han convertido en causa de muchas risas y alegrías.

¿Y tienen defectos? ¡Uf! Un montón. Incluso hay desperfectos de fábrica que compartimos, algunos incorregibles, sobre todo de fondo, pero así nos aceptamos, nos respetamos, nos queremos y nos mantenemos unidos desde que jugábamos en la calle, peleábamos por todo y nos hacíamos bromas pesadas, hasta ahora que peinamos canas y padecemos dolencias, algunas graves.

El vínculo con los hermanos, sean de cuna o de los que uno se encuentra por los caminos de la vida, genera una unión espiritual en la que se comparten expectativas, vivencias, alegrías, tristezas, convicciones...

Hoy agradezco estos cinco regalos que recibí sin pedirlos. Han llenado mi vida de seguridad, cariño, apoyo, amistad y compañía. Con ellos, vivir ha sido más sabroso. Doy fe 

Elbacé Restrepo

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