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Columnistas | PUBLICADO EL 18 noviembre 2022

Umbilical

Quien crece en el vientre de la madre será muy bienvenido, no importa que sea en pandemia, después de todo, nadie sabe cuál será el momento más adecuado para nacer.

Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com

Yo creo que todos han escuchado esa frase manida y contundente: “Madre solo hay una, padre puede ser cualquier hijueputa”. Perdón por el insulto en el primer párrafo, pero es que después de leer ese libro menudo que acaba de publicar el escritor Andrés Neuman, Umbilical, me quedé pensando en los hombres que se conmueven con la paternidad, en esos padres que no son unos hijueputas sino que de frente son unos sentimentales.

Umbilical es un libro de párrafos cortos, uno por página, enumerados cien, dejados a la imaginación otros cuantos que se dedican a un monólogo íntimo y mínimo del hijo que intenta comprender el mundo. El libro se lee, creo yo, mientras un niño travieso hace una siesta corta y el padre primerizo puede tomarse un respiro, puede volver a leer.

Umbilical me gusta porque deja ver al padre, al inexperto, desde luego, al primerizo, al que no tiene la menor idea de qué es eso, al que imagina, al que llora en la cocina pensando que quien crece en el vientre de la madre será muy bienvenido, no importa que sea en pandemia, después de todo, nadie sabe cuál será el momento más adecuado para nacer. “Llegas contracorriente. Naces sobreviviendo”, leo, y luego pienso que todos hemos venido al mundo así, ¿o en qué momento histórico todas las condiciones han sido dadas para nacer?

Umbilical deja ver el anhelo más profundo de un padre por quien viene en camino, los días que se cuentan y pasan, “¿cuánto sabes del mundo, que no sales? Hasta que el “imaginado” se vuelve el “aparecido”, se rompe el abismo de centímetros y se conjuga la forma de estar juntos, llega esa conexión con la vida, la fragilidad, el asombro de la existencia. Llegan luego los cuentos, los libros que van de un color a otro, de los peces a los árboles. “¿Quién va a querer pasar los ojos por las páginas cuando puede comerse un cuento entero?” Llega también el desvelo del dinero que no alcanza para que tengas todo. “Nadie puede ni debe tener todo (...) Soy rico si jugamos”, y así, poco a poco, todo se justifica, todo se complementa, todo se salva, la paternidad se siente como el gran júbilo; al fin y al cabo, ante esa existencia, ante esa ternura a la cual se le celebra hasta el popó, nada en la vida es tan drástico y tan complejo. “El día que mi abuela se murió en otro continente, vos diste el primer giro sobre tu espalda. Buscaba alguna orilla para el duelo y, de golpe, cambiaste de sentido como un reloj de arena. Después hiciste algo parecido a mirarme, y te reíste como si nunca nada nos pudiera pasar”.

A veces pienso que no tengo un hijo porque no podría hacer otra cosa que mirarlo, intentar saber qué piensa, qué ve. Casi diría a cada instante, como Neuman: “Creo que estás más grande que hace quince minutos”, y así mi vida se iría en un gran presente, una dicha que no sé si pueda manejar.

Diego Aristizábal

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