viernes
8 y 2
8 y 2
Inglaterra la está pasando mal. Al desbarajuste político de los últimos meses que llevó a cambios acelerados en los gobiernos conservadores -y en parte a causa de ello- la isla atraviesa un periodo económico fatal al que no se le ven luces. Sin crecimiento del producto interno bruto, con una inflación que vuela, con huelgas de conductores de transporte público, de profesores y trabajadores de la salud e incluso con supermercados con escasez de productos, el 2023 inglés pinta como uno de los peores años en la historia reciente de la potencia europea.
Uno de los ejemplos más dramáticos de la realidad económica inglesa es el faltante de productos en las góndolas de los mercados, algo cada vez más común en un país que sufre los ecos de la pandemia y la falta de mano de obra consecuencia, también, de las reglas restrictivas aprobadas tras el Brexit y sus leyes para trabajadores extranjeros. Productos básicos como huevos, lechugas o tomates son escasos y se ha hecho famosa la queja en torno a la imposibilidad de los habitantes del sexto país más rico del mundo para hacer una simple ensalada.
Las derivaciones de la salida del Reino Unido de la Unión Europea son tangibles. Al cierre de puertas a cientos de miles de trabajadores se le suma el incremento considerable de trámites que tienen que hacer las empresas interesadas en comerciar con la isla, lo que lleva, en muchos casos, a que desistan ante la maraña burocrática. Mover los productos de un lado a otro es más caro y el transporte, con pocos conductores, es un dolor de cabeza. A esto hay que agregarle un año de guerra entre Rusia y Ucrania lo que disparó los costos del gas justo en momentos de mayor consumo por el invierno. Nadie en Europa, como el Reino Unido, tenía un vínculo tan estrecho con Moscú para suplir su energía y ahora paga las consecuencias. Demorado en su transición energética y dependiente del gas, el bien resulta escaso y costoso y el declive financiero se agrava. El Fondo Monetario Internacional considera que, de los países más poderosos del globo, solo Inglaterra se contraerá en este 2023 y ese dato sobrevuela el pesado ambiente social.
Rishi Sunak, el primer ministro conservador que heredó en octubre el tembladeral político y económico dejado por sus copartidarios Boris Johnson y Liz Truss, tiene poco margen de maniobra y en cada decisión se juega su propio cargo. Ahora, en la época más compleja, debe tomar medidas impopulares. Tanto él como la oposición dan pasos cuidadosos. Los políticos miran de reojo y tratan de -o aparentan- ser prudentes. Es claro que el malestar ciudadano por un bolsillo incapaz de comprar una canasta básica es una bomba de tiempo que explotará fácilmente. En Inglaterra se siente que la chispa podría saltar de cualquier parte y en cualquier momento.