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Columnistas | PUBLICADO EL 05 noviembre 2022

Sobre derechas e izquierdas

Un pensamiento común nunca ha existido ni aún sometiendo al otro. El mundo siempre ha estado dividido por su manera de pensar, y cualquier acercamiento a la historia lo demuestra.

Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com

Estación Polarización, a la que llegan los que quieren cambiar el país y los que se oponen, los que traen ideas ecológicas y los que se quejan de que sin una economía extractiva el país se viene abajo, los que reclaman derechos y los que piden primero cumplir deberes, los que abren fronteras que estuvieron cerradas y los que se burlan diciendo que siempre han sido porosas y lo que abundan son pasos por donde cruzan ilegales, vacas y contrabando. Y la estación se sigue llenando con socialistas y liberales progresistas, comunistas de vieja guardia (ya muy viejos) y anarquistas de café, derechistas por tradición (creyentes y espiritualistas) y gente a la que, debido a que no han botado nunca (o botan si les pagan), le importa un rábano el país pues, pase lo que pase, viven al desgaire y ajustados a lo que cada día les dé. Unos ponen de ejemplo a los pájaros y otros a los peces, al mico tití que con poco tiene y a la gallina que le saca el cuerpo al sancocho hasta que cae.

El asunto de las ideologías comenzó en el siglo XIX, cuando, después de la Revolución, en la Asamblea Nacional de Francia se sentaban a la derecha los conservadores y a la izquierda los liberales. Los primeros tenían como referente teórico a Joseph de Maistre, autor de Las veladas de San Petersburgo. Los segundos seguían las ideas de John Locke, al que le habían acotado bastante (nuevas ideas, otras utopías) su libro El segundo Tratado sobre el gobierno civil. Claro que antes el mundo también estaba dividido por su manera de pensar: patriarcas y matriarcas, creyentes y herejes, civilizados y salvajes, occidentales y orientales, castos y libertinos etc. O sea que un pensamiento común nunca ha existido, ni aun sometiendo al otro. En El maestro y Margarita, su autor, Mijail Bulgákov, se burla de la obediencia. Y razón tiene, pues el diablo es el personaje principal de la novela.

En el siglo XX, debido a la Revolución Rusa, las derechas y las izquierdas llegaron a puntos no vistos en la historia. El comunismo ruso creó un totalitarismo brutal con Josip Stalin (Gulags, hambrunas como arma, purgas por sospechas) y ni qué decir con los países de la Cortina de Hierro, donde operó siempre el miedo y policías como la Stasi en la República Democrática Alemana. Como contrapunto aparecieron el fascismo y el nazismo, este último con sus campos de exterminio y persecución racial a judíos y gitanos. Nunca el enfrentamiento ideológico había creado tantos asesinos y víctimas, tanta destrucción y fracturas enormes a la democracia.

Acotación: se suponía que ya habíamos salido de la guerra fría y que, sabiendo de los horrores pasados, la democracia sería una manera de detener el mal y organizar ciudadanos. Pero parece que no, que hacen falta enemigos para barrerlos

José Guillermo Ángel

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