x

Pico y Placa Medellín

viernes

3 y 4 

3 y 4

Pico y Placa Medellín

jueves

0 y 2 

0 y 2

Pico y Placa Medellín

miercoles

1 y 8 

1 y 8

Pico y Placa Medellín

martes

5 y 7  

5 y 7

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

6 y 9  

6 y 9

Por Sergio Molina - opinion@elcolombiano.com.co

¡Tas, tas, tas!

El ruido es extensión de quien lo produce, por eso, también hagamos la disección del ruidoso, ese del que, por su conducta, se infiere que carece de mucho.

hace 3 horas
bookmark
  • ¡Tas, tas, tas!

Por Sergio Molina - opinion@elcolombiano.com.co

Cuenta la leyenda que a las 10 de la noche del 9 de marzo de 1687, un estruendo inexplicable y un olor a azufre, aterrorizaron a los habitantes de Santafé de Bogotá. Dicen que el misterioso ruido se escuchó hasta en Tunja. Ese día esta datado como el día del ruido, decían que era un acto demoníaco, hoy explicado como la posible caída de un meteorito. Esta anécdota me hizo pensar en el ruido como algo atípico, por lo tanto, propio de revisar. El ruido no se debe normalizar, ni el ruidoso aplaudir.

Un fenómeno sociocultural colombiano es el de hacernos sentir con estridencia, especialmente en fiestas, lanzando globos, detonando pólvora y haciendo disparos al aire, manifestaciones fundamentadas en alegría o rabia contenida, celebradas como catarsis a costa de los que nada tenemos que ver. Asociamos volumen con poder, azotando una puerta o haciendo rechinar las llantas de un carro en señal de enfado, ¡me voy! Nuestra cultura tiene inoculado el gusto por el ruido, por hacerlo o aceptarlo, hecho confirmado por extranjeros que se sorprenden por los decibeles y jolgorios del trópico. No hay duda, nos llevan ventaja en el silencio. Hagamos una disección del ruido, del ¡Tas!, del ¡Bang!, del ¡Pum!, del ¡Pam!, del ¡Buuum! y uno que otro ¡Kaboom! que casi nos saca el corazón. Los juegos artificiales, además de la propulsión, necesitan de la explosión que aturde, hasta un inocente confeti de cumpleaños se vale del aire comprimido para expandir aleluyas. El ruido es extensión de quien lo produce, por eso, también hagamos la disección del ruidoso, ese del que, por su conducta, se infiere que carece de mucho. Por ejemplo, un motociclista que modifica el exhosto para que al pasar todos digan ¡wow!, ¡uf! o ¡maldita sea!, en todo caso, cumple el objetivo de no pasar desapercibido, aunque paradójicamente y por su alta velocidad, nadie sepa de quién se trató, perturba y se carcajea, porque los ruidosos se gozan de la incomodidad ajena. El hombre mira al cielo como el límite por alcanzar, se goza de la cuenca celeste al mismo tiempo que se emboba lanzando bengalas silbantes para que detonen, ojalá muy alto, colonizando con sus emociones, algo como, “miren, eso también soy yo”, “que todos sepan hasta donde puedo llegar”, “¡soy excepcional!”. Celebraciones que ponen en problemas al vecino que protesta infructuosamente en portería o llama a la policía.

Quizás, un ruidoso sea un enfermo, que no soporta encontrarse consigo mismo en silencio llenando con ruido su desazón, autosuficiencia y vanidad, sin embargo, no se puede justificar la estridencia como desahogo. Entiendo la emoción, pero sugiero cualquier otro alivio, quizás mordiendo o abrazando almohadas para disminuir la compulsión. La hiperestimulación por volumen o percusión altera. ¿Cuál espíritu habrá de congraciarse y cultivarse ante el alboroto? Silencio y calma no son sinónimos de vejez, hartera y tristeza. El ruido es más sospechoso que el silencio, por lo tanto, el ruidoso deja que pensar con su ¡tas, tas, tas!

Sigue leyendo

Por Sergio Molina - opinion@elcolombiano.com.co

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD