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Columnistas | PUBLICADO EL 23 noviembre 2020

¡Salvar la democracia!

Por Federico Gutiérrez Zuluaga@FicoGutierrez

En 1989 Francis Fukuyama anunciaba el fin de la historia refiriéndose a la superación de las disputas ideológicas de la Guerra Fría y a la universalización de la democracia y el libre mercado como fase superior de la evolución de las sociedades. Muy pronto advertiríamos que un orden global perfecto estaba lejos de hacerse realidad por cuenta de fenómenos complejos que se fraguaban bajo el sistema bipolar que organizó el mundo tras la Segunda Guerra Mundial. Nuevos conflictos bélicos como la guerra del Golfo en 1990, guerras civiles étnicas como las de la antigua Yugoslavia entre 1991 y 2001, genocidios como el de Ruanda, los atentados terroristas del 11-S, el auge de economías ilícitas asociadas al crimen organizado transnacional y la exacerbación de nacionalismos, son sólo ejemplos de un nuevo escenario global marcado por la incertidumbre al que se suman desafíos actuales como el cambio climático, la crisis socioeconómica generada por la pandemia del covid-19 y los nuevos populismos que amenazan con trasgredir las instituciones democráticas.

A pesar de este difícil panorama, desde su fundación en la antigua Grecia, la democracia continúa siendo el marco de acción ideal para resolver los grandes problemas de la humanidad. Ni el autoritarismo, ni las dictaduras, ni ninguna forma de gobierno que se imponga por fuera de las instituciones legítimamente constituidas y de los valores democráticos que las inspiran, podrán garantizar mejor la gobernabilidad internacional, los derechos humanos, la justicia social y el desarrollo sostenible.

La democracia no es perfecta, pero mejorarla para enfrentar los desafíos actuales sin destruir sus reglas, es una responsabilidad de todos. Preocupa que en la encuesta del Barómetro de las Américas 2019, la satisfacción de los latinoamericanos con la democracia siga presentando disminuciones importantes desde el 2012, y que la abstención electoral se mantenga por encima del 50 %. Además, de acuerdo con un estudio realizado en 160 países por el Centro para el Futuro de la Democracia de la Universidad de Cambridge en Inglaterra, las nuevas generaciones son las más descontentas con los sistemas democráticos, siendo América Latina una de las regiones con los mayores niveles de insatisfacción por parte de los jóvenes.

Ante los desafíos de un mundo en constante cambio y las alertas que prenden las amenazas populistas o totalitarias como formas de respuesta a los problemas sociales, se hace imperioso cerrar filas en defensa de la democracia. Propongo dos rutas: Una para reconstruir la confianza en los liderazgos positivos que tiene el país, reivindicar el valor de las instituciones del Estado y lograr acuerdos centrados en las necesidades reales de la gente que desincentiven la polarización improductiva y promuevan la cooperación alrededor de visiones de futuro compartidas. La segunda, que le apueste a crear entornos favorables para afianzar una cultura democrática en la que los ciudadanos se sientan incluidos, tengan la posibilidad de solucionar participativamente sus problemas y construir futuro desde sus propios territorios y capacidades humanas.

Es fundamental de cara a los procesos electorales nacionales y regionales que vivirá el país en los próximos años, cuidar la democracia como un bien público para construir desde la diferencia y convertirla en el arma más poderosa contra discursos populistas y demagógicos, que proteja las libertades individuales y los derechos fundamentales. Es necesario un pacto país desde la corresponsabilidad con un modelo de gobernanza donde el sector público y el privado emprendan acciones con la sociedad civil para llegar a los consensos y las transformaciones sociales, políticas y económicas que necesita el país, pero desde la institucionalidad, no desde la violencia, el odio, la venganza ni polarización.

¡Debemos unirnos en la diferencia por nuestra democracia!.

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