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Una ciudadana preocupada por Medellín me pregunta: “Elbacé, ¿dónde están los líderes de esta ciudad?”. Ay, ay, ay... Yo también quiero saber.
La pregunta se ha vuelto recurrente, especialmente en Twitter, esa letrina hedionda donde parece que transcurre la vida, se mata con palabras cortopunzantes, se asumen posturas radicales y las intenciones mueren en cinco minutos.
“Necesitamos las voces en coro y el trabajo de una orquesta, sin egos, individualismo ni protagonismo. Un trabajo con un propósito común y en equipo”, agregó Ana. Me quedé rumiando, como ella, con muchas preguntas atoradas en la garganta.
¿Por qué la clase dirigente no se interesa por los cargos públicos? ¿Por comodidad? ¿Les da pereza enfrentar los entes de control por aquello de que “una investigación no se le niega a nadie”, con o sin motivo? ¿A los líderes cívicos y empresariales no les importa Medellín? ¿De verdad no les importa? ¿Es un chicharrón que nadie quiere coger? ¿En serio?
Poco queda de los partidos políticos tradicionales, unos más viejos que otros, pero ninguno consigue tener buenos candidatos. Unos, porque sus dirigentes traicionaron sus doctrinas y se dedicaron al lucro personal en lo político o en lo económico. Otros, porque se fundaron en figuras personales emblemáticas que no lograron preparar sus reemplazos para darles continuidad a sus principios.
Más que añoranza por los tiempos idos, porque dirigentes buenos, regulares y malos ha habido siempre, lo que se extraña, y se necesita con urgencia, es un plan de gobierno coherente, visión administrativa, voluntad de servicio y un trabajo colectivo e individual. Colectivo porque tiene que nacer de la voluntad de muchos. Individual porque tiene que materializarse en una persona, o en dos o tres, que aglutinen y convoquen.
Medellín se ha caracterizado por su espíritu cívico y su capacidad de gestión gracias a la unión de empresas, universidades, gremios y entidades cívicas. Incluso algunos gobernantes han logrado desempeñarse con muchos aciertos y algunos errores, o viceversa, pero ninguno de los que recuerdo, y recuerdo muchos, nos ha inspirado este nivel de inconformidad. Eso de llegar a gobernar como si fuera una venganza, improvisando y dañando sobre la marcha, con actitudes cínicas y retadoras, es un rumbo que no podemos permitir en el futuro. Porque no se trata de solamente de resolver una coyuntura del momento, no es para contrarrestar la “quinteritis” aguda que nos aqueja. Se trata de recuperar y mantener el buen manejo de la ciudad a mediano y largo plazo, extensivo a nuestro departamento, hoy en buenas manos.
Como dice mi muy querido y admirado Andrés Aguirre: “El director brilla por su orquesta”. Más que rabietas y desahogos en redes sociales, en Medellín necesitamos de una orquesta completa con un buen director, repito, que retome el rumbo. ¡Y no me maten la ilusión los pesimistas de siempre! Déjenme soñar con que un futuro mejor es posible.
Señores líderes con buenas intenciones y buena preparación: ¡Salgan del clóset! ¡Los necesitamos como para antier!