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Cuando escribo estas líneas una columna de blindados de unos sesenta kilómetros avanza hacia Kiev. Es incierto cuánto tiempo podrá aguantar la resistencia ucraniana ante el avance del ejército del dictador ruso, Vladímir Putin. Como prueba de que esas tropas rusas vienen a liberar Ucrania y de la presunta “hermandad” de ese uniforme, las mujeres y los niños ucranianos huyen, buscando refugio en Polonia ante el temor de que sean violadas y sus hijos ejecutados, y los hombres se atrincheran para combatir al invasor. Desde toda Europa, columnas de ucranianos regresan a luchar por su país y el continente unido se ha movilizado contra la barbarie.
Es cierto que ni la Otan ni ningún país europeo ha puesto tropas en el terreno, pero en la guerra tan importante es combatir como dejar las puertas abiertas al armisticio. Eso no implica debilidad. Si Rusia tiene armas nucleares, Europa también. Puede que Putin disponga de muchísimas más que Francia y Reino Unido, pero la capacidad europea es igual de letal que la rusa, aunque la fosa que excave sea algo menos profunda. Respecto a la capacidad militar convencional, la europea es muy superior, no hablemos ya de la Otan.
Por primera vez en la historia, Europa responde unida ante una amenaza, sin fisuras, salvo las de cuatro chalados comunistas a los que no les cree nadie, porque nadie quisiera vivir bajo el yugo de Putin. Diría más: al margen de cuatro sátrapas como los de Bielorrusia, Venezuela, Cuba y Corea del Norte —naciones adonde todos estamos soñando con irnos a vivir—, no existe gobierno alguno en el mundo que respalde a Putin, capaz de estar amenazándonos todos los días con sus petardos y el apocalipsis y de empobrecer más y más a los rusos.
¡Que sí, Vladimiro, que ya sabemos que nos puedes borrar del mapa y nosotros a ti, pero el cerebro humano da para algo más que cerrar los puños y golpear el botón de la destrucción total!
Después de una pandemia terrible, no estamos para chorradas y mucho menos para guerras. Queremos vivir en paz y avanzar unidos: chinos, rusos, americanos, europeos, africanos y oceánicos.
No queremos telones de acero inventados ni jugarnos la vida en el Risk de Putin, que debería irse al frente a combatir, como hace el presidente ucraniano Zelenski, si tan machote es.
Afortunadamente, millones y millones de rusos están comenzando a alzar la voz dentro y fuera de Rusia. Hay miles de detenidos en las calles de Moscú y San Petersburgo por mostrar su desaprobación a una guerra estúpida entre hermanos desatada por un señor faltón. Esperemos que las fuertes sanciones sean suficientes para hacer reaccionar al pueblo ruso contra el régimen que les reprime a diario.
Si no, aún podemos cortar la llave del gas. Y es que Putin no es tan buen estratega, al lanzar una ofensiva a las puertas de la primavera, cuando Centroeuropa ya no demanda tanto gas ruso.
Pese a todo, y aunque la guerra es el fracaso más absoluto, tampoco seamos ingenuos y aprendamos del gran Julio César: “Si vis pacen, para bellum”