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La contrapropuesta que realizó el pasado lunes el Papa Francisco ante la alternativa sugerida en el Sínodo de la Amazonía sobre ordenar sacerdotes a ancianos casados de virtud probada (viri probati) no pudo ser mejor.
Ante la escasez de sacerdotes en esta zona parecía muy práctica la solución de que más personas tuvieran acceso al orden sacerdotal para que la fe católica en la Amazonía, a la cual fue dedicada la asamblea sinodal el pasado mes de octubre en el Vaticano, creciera con mayor eficacia.
Pero la practicidad no puede ser el único criterio que guíe una decisión tan importante como aceptar sacerdotes casados en el rito occidental. El Papa dejó claro en la exhortación apostólica “Querida Amazonía”, publicada el pasado 12 de febrero, que esta medida no sería viable por el momento. “La Amazonia nos desafía a superar perspectivas limitadas y a no conformarnos con soluciones que permanecen cerradas en aspectos parciales. En otras palabras, la gran cuestión es una experiencia renovada de fe y de anuncio”, escribió en el reciente documento.
En diferentes ocasiones Francisco ha defendido la disciplina del celibato diciendo que esta ha traido más bendiciones que problemas en la historia de la Iglesia (solo que los problemas hacen más escándalo) y hace un año, regresando de su viaje a Panamá, reiteró en su diálogo con los periodistas la frase del papa Pablo VI: “prefiero dar mi vida antes que cambiar la ley del celibato”.
Francisco más bien incentivó a los obispos a promover en los sacerdotes de sus diócesis a que brinden un tiempo de servicio en la Amazonía u otras zonas de misión. Además de ello, el pasado lunes se conoció la carta enviada al presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica monseñor Joseph Marino que señala que todos los sacerdotes candidatos al servicio diplomático de la Santa Sede deberían necesariamente pasar un año de misión. Esto será un gran aporte para las zonas remotas y también una instancia de crecimiento para los mismos sacerdotes. La dimensión misionera siempre hace mucho bien en la vocación consagrada y por diversas circunstancias, muchos tienen que dedicarse a ser “sacerdotes de oficina” pero vale la pena que antes de ello puedan regalar un año compartiendo con los más necesitados y llevando el Evangelio a zonas apartadas y con gran necesidad.
Siguiendo las noticias de los últimos meses vi con pena cómo la discusión sobre el celibato opacó la riqueza de poder sentarse a reflexionar sobre la presencia de la Iglesia en la Amazonía, una zona con riquezas como los recursos naturales, la presencia de más de 110 pueblos indígenas y con desafíos como la explotación sexual, la xenofobia y el tráfico de personas. El documento nos invita a dejar la indiferencia, a no mirar a quienes viven allí como “personajes incivilizados” sino como los depositarios de un tesoro que, tristemente, tiende a desaparecer.
El Papa no aceptó la admisión de sacerdotes casados, pero ofreció una solución más inteligente: invitar a más sacerdotes a vivir la dimensión misionera. “Querida Amazonía” es un documento que vale la pena leer para tomar conciencia de la riqueza y necesidades de esta zona y para comprobar que las reflexiones van mucho más allá de si aceptar o no hombres casados en el rito occidental.