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Columnistas | PUBLICADO EL 02 mayo 2023

Qué pereza

Esa faceta de moderación de los primeros meses de gobierno se fue al traste. La mecha fue muy corta y, ahora la bomba retumbó sobre dos asuntos: el radicalismo e imponer su estilo.

Qué pereza
Por Juan David Ramírez Correa - columnasioque@gmail.com
Infográfico

Lo que está pasando tiene al país en una tensión de padre y señor mío, casi al borde del infarto y todo esto lo está creando el presidente Petro.

Vértigo. Eso es lo que le está gustando al mandatario. Esa faceta de moderación de los primeros meses de gobierno se fue al traste. La mecha fue muy corta y, ahora la bomba retumbó sobre dos asuntos: el radicalismo e imponer su estilo.

Ser radical. Petro anticipó ese rasgo de personalidad y pensamiento. Tumbó al grueso de sus ministros y quitó a los llamados polos a tierra que daban un supuesto equilibrio democrático. Incluso descabezó a uno de sus fieles y militantes soldados, la ministra de Salud. ¿Es normal cambiar diez ministros en ocho meses? Eso dice mucho de lo que está buscando, porque ahora toda su primera línea es una Guardia Petroriana, lista para decir “sí, señor, lo que sea, señor”.

Además, lo que pasó con el Congreso explica lo poco que importará el control político, con el gran riesgo de generar un coma diabético por exceso de mermelada al detal. Preocupante, porque se mantendrán los viejos vicios de la clase política.

Pero todo va más allá. En los últimos días habló de expropiación, dijo que sus reformas no son modificables pues son mandato popular, se metió con periodistas, referenció causas revolucionarias, enfiló baterías contra el nuevo gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, llamó a las bases campesinas a revelarse, en fin. Las entrelíneas de sus mensajes son de cuidado.

Imponer su estilo. Dos asuntos preocupan de fondo: que impulse turbas a las calles para presionar y pasar por encima de la democracia.

Ahí es donde no se puede olvidar que en los últimos años la mayoría de las marchas terminaron en disturbios e importó poco o nada la destrucción de bienes públicos y comercios sumados a la afectación a tantos que día a día salen a trabajar por sus familias y su sustento.

Eso es lo que podría llamarse la presión del caos.

Tampoco se puede olvidar que con la coalición de gobierno rota, el Congreso huele a enemigo, abriendo la puerta al fantasma de lo que podría llamarse vías plebiscitarias de hecho, como los balconazos, que son más autoritarismo que democracia.

Así se ve el camino... culebroso, enredado.

Qué pereza vivir así. Las encuestas muestran que hay pesimismo. Un gut feeling (como dirían los americanos) maluco. La desconfianza está al orden del día y se avecina una jauría política por las elecciones regionales y locales de octubre, pero, lo más crítico resulta ser la inflación que sigue haciendo fiesta.

Esto no se compadece con las personas a las que les está doliendo más pagar una bolsa de leche que lo que pueda pasar con el presidente. Nota mental: muchas de esas personas votaron por Petro.

Vuelvo, entonces, a una afirmación recurrente en mis columnas. En un país de problemas ¿por qué el que debe resolverlos nos mete en más problemas?

Juan David Ramírez Correa

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