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Columnistas | PUBLICADO EL 24 marzo 2021

Que los poetas se odiaran menos

Por Arturo Guerreroarturoguerreror@gmail.com

En 2017 se publicó “Historia mínima de Colombia”, de Jorge Orlando Melo. A fines de ese año Antonio Caballero terminaba su “Historia de Colombia y sus oligarquías”. Ambos libros generaron debates. Sus títulos dejaban entrever el punto de vista de los contenidos.

El experimentado historiador Melo y el mordiente columnista y caricaturista Caballero concuerdan, eso sí, en un punto. Al final de sus últimos renglones, Melo recoge en mínimas palabras la siguiente conclusión: “Esta violencia es la gran tragedia de la sociedad colombiana del último siglo y constituye su mayor fracaso histórico”.

Hurgando en las causas del desastre, Caballero también finaliza su tomo con la respuesta a una entrevista, de cuando era ya expresidente López Michelsen, sobre si se consideraba en algo responsable de la situación del país a finales del siglo XX. “Respondió con cínica sencillez: ´Si soy responsable, no me doy cuenta´”.

Pues bien, se presenta mañana jueves 25, en la Casa Museo Otraparte, de Medellín, lo que quizás se concibió como contraparte poética de este par de debatidos volúmenes. “Pequeña historia de mi país” viene desde Tuluá donde vive el bogotano Ómar Ortiz, Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia en 1995.

El primer poema, que le da nombre a este libro, es a la vez explícito e implícito, como corresponde al decir sin decir de los poetas: “El Señor de todas las cosas peregrina en la negra noche./ Torva pluma de buitre en su sombrero./ Arden los túmulos./ Una fusta de sangre golpea al brioso alazán./ En el palacio las ayer ultrajadas preparan el banquete./ Celebran sacerdotes y brujos el resplandor del Innombrable”.

Las 70 páginas del pulido volumen hacen parte de la colección de cuadernos Poesía letra a letra. Luz Eugenia Sierra, la eficaz editora paisa radicada en Bogotá, llega así al número 21 de la colección.

Ortiz señala un desahogo para su pequeña historia: “Quienes padecieron los campos de exterminio nazi/ y los gulags del régimen de Stalin,/ repitieron, para sobrevivir,/ las palabras que se leen en el anillo del rey Salomón,/ ´También eso pasará´”. Y como no todo puede ser políticamente correcto, cuando cataloga los finales felices que quisiera para sus versos, termina así: “y los poetas se odiaran menos”

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