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Parábola del retorno

Por supuesto, muchos querrán y han querido pegarse a este regreso de Botero a Colombia y Antioquia. Empezando por políticos de la tierra que esperan conseguir votos fungiendo de plañideras.

23 de septiembre de 2023
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  • Parábola del retorno

Por Ernesto Ochoa Moreno - ochoaernesto18@gmail.com

Por voluntad de su familia y esperando acertar al adivinar los deseos de su padre difunto, los herederos del maestro Fernando Botero decidieron traer su cadáver a Bogotá y Medellín, antes de ser sepultado en Pietrasanta (Italia), su postrera y última patria voluntaria.

Al escribir esta nota, su cuerpo sin vida dentro de un ataúd, en ese deprimente cortejo fúnebre que - pienso yo - debe ser un entierro pasajero en la entraña de un avión, debió haber llegado de regreso a Colombia. Será una despedida tal vez no solicitada por él mismo, pero sí el sueño-embeleco, de pronto no confesado, de un paisa de todo el maíz, como siempre lo fue él, que como casi todos los paisas, soñamos con una eternidad “morida-vivida” en Antioquia. Y que a juzgar por este homenaje mortuorio que se le hace, lo ha debido enorgullecer y contentar. Botero fue humilde y sencillo y creo que, tal como nos sucede a todos los mortales, lo primero que se le murió con la muerte ha sido la vanidad, de la que el maestreo nunca hizo gala. O mejor, por la que siempre mostró un desprecio inteligente y burlón.

Botero debe sentirse contento de este homenaje fúnebre y definitivo que se le hace. Y por eso me queda la sensación, que confieso en voz alta, de que esta “gloriola” póstuma (como decía Fernando González) al pintor que siempre fue humilde y despojado de vanidades, no le ha debido haber gustado mucho.

Por supuesto, muchos querrán y han querido pegarse a este regreso de Botero a Colombia y Antioquia. Empezando por políticos de la tierra que esperan conseguir votos fungiendo de plañideras. Lo decían las abuelas: No hay entierro sin pegados y con amigos que nunca lo fueron, tal vez con sus propios enemigos abrazando el ataúd. Pero con Botero por lo menos estamos seguros de que su grandeza, su magnanimidad, su bonhomía, que no se terminan con la muerte, seguirán siendo una ausente presencia para quienes nos ufanamos de haber sido sus compatriotas y coetáneos. Y admiradores de su obra.

De ahí que haya titulado esta columna con el del poema Parábola del retorno, de ese otro gran antioqueño que fue Porfirio Barba Jacob. “Señora, buenos días/, Señor, muy buenos días.../ Decidme, es esta la granja la que fue Ricard?” No sé si viene al caso, pero tal vez eso esté diciendo Botero ahora que ha venido (o lo han traído) a algo tan antioqueño como “deshacer los pasos”. Paz en su tumba. Requiescat un pace.

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