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Columnistas | PUBLICADO EL 08 abril 2021

Olvido y memoria

Por Diego Aristizábaldesdeelcuarto@gmail.com

Incomodémonos con algo, supongamos: si pudiera elegir entre tener una memoria inigualable o practicar el olvido rotundo, ¿cuál preferiría?, ¿una es mejor que otra?, ¿qué se gana o se pierde con cualquiera de las dos?, ¿es posible vivir solo con una? Si pienso en la memoria perfecta, o más que perfecta efectiva y dramática, siempre me cae de golpe el recuerdo del personaje de Borges, Funes, el memorioso. “Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo”, dice en la historia.

Funes no solo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado. ¿Para qué tanta memoria?, ¿quién recuerda tanto es incapaz de pensar? “Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”, leo en el cuento.

Y aquí viene la otra parte. Cuando pienso en el olvido, en el despiste, pienso en el cuento de Bashevis Singer, “El día en que me perdí”, donde el profesor Shlemiel, el protagonista, es tan desmemoriado que un día no recuerda donde vive, y en un acto de desespero le dice al taxista que lo lleve a casa. ¿y dónde es “a casa”?, le pregunta el taxista sorprendido. “No me acuerdo”, contesta el profesor algo angustiado. A pesar de que aquí el olvido es gracioso, también pienso en ese olvido que puede ser una enfermedad aterradora. ¿Qué universo se vivirá bajo la amnesia?

Como lo ven, más que certezas este tema me genera dudas, incertidumbre, muchas ganas de comprenderlo un poco mejor. Yo no sé si tengo más de olvido que de memoria. Por eso, para seguir explorando estas angustias, hace poco me recomendaron un libro que se llama “Breviario del olvido, apuntes para dejar atrás el pasado”, de Lewis Hyde. El libro hace una exploración maravillosa por los dos universos, pone a prueba la preposición de que el olvido pueda ser más útil que la memoria o, también, que la memoria funciona mejor en tándem con el olvido. Y a veces lo mejor será recordar y en otros momentos olvidar.

El recorrido que hace Hyde por múltiples culturas y experiencias, por la mitología, la psicología personal, la política y el espíritu creativo es muy bello, aunque, sin duda, aumenta el enigma. “Memoria y olvido: estas son las facultades de la mente por medio de las cuales somos conscientes del tiempo, y el tiempo es un misterio”, dice.

Mientras escribo esta columna recuerdo un viejo aforismo que da origen a la literatura: “Memoria y olvido: a eso llamamos imaginación”, y esta palabreja sí que nos salva de forma consciente o inconsciente

Diego Aristizábal

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