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Innegables los triunfos de Claudia López, en Bogotá, y de Daniel Quintero, en Medellín. Con una muy buena votación son muchos los mensajes que dejan estas elecciones.
El primero es que el Centro Democrático fue mucho menos que el presidente Uribe, es decir, los que se quisieron arropar bajo el nombre del presidente, pero si ellos mismos no brillaban con luz propia esta sola cobija no les iba a alcanzar. La forma como se eligieron estos candidatos, sobre todo en Antioquia, demostró una vez más que no le llega al corazón de sus electores, y obedece más a satisfacer los apetitos internos que a buscar candidatos carismáticos y atrayentes para convencer un electorado cada vez más joven.
Pero en medio de esta derrota de todos los partidos se refleja claramente la insatisfacción de la juventud y la necesidad de experimentar otras fórmulas que por el bien de Colombia sean exitosas y lleguen a un buen puerto. Una cosa es saber entender el malestar y otra muy distinta curar los males. Esto lo van a entender claramente estos dos alcaldes que sin ninguna experiencia administrativa se van a enfrentar a unos problemas monumentales.
Estas dos victorias logran de alguna manera servir de válvula de presión y dejan en manos de unos dirigentes diferentes los principales problemas que afectan a estos jóvenes como son el desempleo, la movilidad, la inseguridad y la misma corrupción, que aun siendo combatida por las cabezas, se riega por todo el cuerpo de manera descontrolada.
Por el bien de Colombia, ojalá estos nuevos salvadores encuentren las fórmulas que hasta ahora no se han dado.