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Columnistas | PUBLICADO EL 10 febrero 2020

No olvidar la demografía

Por Enrique López Encisoealopezen@gmail.com

El descenso de lo nacimientos está asociado al desarrollo económico, es una consecuencia de una mejor educación y la mayor presencia de las mujeres en el mundo laboral. Si se toma como indicador de natalidad el número promedio de hijos por mujer (conocido como el indicador coyuntural de fecundidad), medido para todos los continentes y en un largo período de tiempo (1984-2019) se obtiene una primera imagen bien interesante.

En un primer grupo, el indicador cae de promedios altos como en África (6,5 hijos por mujer en promedio en 1984 a 4,4 en 2019), Asia (3,69 a 2,15), América Latina y el Caribe ( 3,94 a 2,04). En otro grupo, en el año de partida el promedio de hijos ya era bien bajo. Un ejemplo es Europa, continente en el que el promedio de hijos por mujer en 1984 (1,88), siguió bajando y se estabilizó en 1,61. En América del Norte (sin México) se pasó de 1,70 a 1,75 y, por último, en Oceanía de 2,63 a 2,36.

Los efectos de la caída en los nacimientos son complicados. Una posibilidad es que en el futuro la tasa de crecimiento de la población mundial no solo se reduzca hasta cero, sino que pase a ser negativa. Esta posibilidad es conocida como el planeta desierto (o desocupado) por el nombre de un libro que se acaba de publicar sobre el tema.

Ese sería una situación extrema, pero probable. De todas formas, aún en casos menos dramáticos, hay que preocuparse acerca de que puede suceder sobre el crecimiento de una economía si se presenta una reducción de la tasa de natalidad. Una primera pista es que se afectan los sistemas de seguridad social y todos los pactos intergeneracionales, con lo cual se podría erosionar el crecimiento económico. La pregunta ya llegó a los teóricos del crecimiento, quienes con todo su instrumental encontraron que si la tasa de crecimiento de la población es negativa, la economía no puede funcionar. La enseñanza es que los nacimientos deben garantizar la tasa de reemplazo.

Si se examinan desde esa perspectiva algunas tendencias que ya se conocen sobre la generación que está ingresando al mercado laboral, aparece un hecho preocupante. Esa generación no quiere tener hijos. Elige no tenerlos porque las condiciones económicas, sociales y ecológicas según ellos, no los incitan a ser padres. Colombia no es la excepción, como en el resto del continente la natalidad en Colombia está cayendo, a lo cual se agrega que según diferentes encuestas los jóvenes no quieren tener hijos, una decisión que se toma con argumentos muy sólidos, pero que va a profundizar la tendencia a la reducción de la tasa de natalidad en el país.

El planeta desocupado puede ser una realidad. Empiezan a tenerse ejemplos puntuales que así lo muestran. Es el caso de Japón donde el crecimiento de la población es cero, y es hacia donde se dirigen muchos países europeos como Alemania, Italia y España. Hace poco en un diario español (El Mundo), se publicó una crónica sobre un poblado en el noroeste de ese país. La falta de nacimientos lo tienen al borde de la desaparición. Un ejemplo que ilustra como el tema de la demografía es para la humanidad tan urgente como el del cambio climático.

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