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Los tiempos aquellos en que cada partido por su cuenta y riesgo llegaba a la Presidencia de la República en Colombia, terminaron. Las largas hegemonías de conservadores y luego las menos prolongadas de los liberales en el siglo XX, perdieron vigencia, por no decir que fracasaron. Hoy el mundo político ha cambiado. Los estandartes rojos y azules agitados en plazas públicas para elevar el fervor de los manifestantes que escuchaban a elocuentes oradores, se rindieron. Ya es el momento de las coaliciones, máxime cuando hay un país radicalizado, peligrosamente fracturado.
Hoy tenemos una sociedad dividida, sin liderazgo alguno que despierte conciencia política. Los partidos carecen de credibilidad y de contenido. Son agencias de clientelistas y no pocos de arribistas. No se encuentra liderazgo alguno que convoque las mayorías de opinión, dado el escepticismo nacional y la debilidad de las colectividades políticas. Por ello, hay que recurrir a coaliciones, formadas alrededor de acuerdos sobre puntos fundamentales de Nación. Llegar a constituir sociedades políticas que ofrezcan salidas a los diferentes desafíos que agobian a la sociedad colombiana.
El mismo Álvaro Uribe es consciente de que una sola colectividad, por su cuenta y riesgo, no conquista el poder. Comprende, como también lo entienden dirigentes como Sergio Fajardo y Humberto De la Calle, que solos, sin matrimonios avenidos, no se llega a ninguna meta. Se requiere, y así lo preconizan, de coaliciones, coincidentes en puntos esenciales para ejercer un buen gobierno. Pretender los de derecha y los de izquierda que conquistan por sí solos el poder, es una utopía. Las mismas fuerzas centristas -con poco sustento ideológico-, que aspiran llegar a un eclecticismo político, deben acercarse a movimientos cercanos a sus aspiraciones si no quieren seguir en el limbo.
Los movimientos de coaliciones conformadas por partidos de centro derechas o centro izquierdas, son los que, “han dejado una huellas más profunda y permanente en las sociedades”. Hacen civilizados relevos de gobierno de acuerdo con los resultados en las urnas. Por el contrario, “las posturas extremas, ya sea de derecha o izquierda, no dejan ninguna herencia durable ni positiva”. Manejan las llaves de los populismos. Las cohabitaciones, no solo para ganar en las urnas sino para desarrollar en el gobierno verdaderos propósitos nacionales, han sido exitosas en los países donde se han practicado.
Así que la necesidad de coaliciones de partidos para ganar y ejercer el poder, con eficiencia, transparencia e imperio de la justicia y del orden, es un compromiso para la convivencia nacional.
PD: Con la muerte del abogado e historiador Jaime Jaramillo Panesso, se va un contradictor lúcido y erudito. Nos acompañó por muchos años, tanto como columnista de El Colombiano como analista radial del programa “En el café”. Pasa ya a conversar con su fluidez y tolerancia en la amplia Taberna con la cual Chesterton asimilaba lo que debía ser el Paraíso sobrenatural para los intelectuales. Allí lo esperan, para retomar el diálogo inconcluso, Jota Emilio Duque, Evelio Ramírez, Raúl Aguilar, Guillermo Hincapié, compañeros entrañables que compartieron con nosotros en vida los diálogos y la palabra escrita y radial. ¡Mientras allá llegamos, queridos camaradas, vayan reservándonos el asiento!.