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Si el buen ejemplo fuera contagioso, don José María Acevedo Alzate, fundador de Industrias Haceb, sería el referente perfecto.
A sus 102 años sigue recibiendo reconocimientos. El más reciente fue el de Colombiano Ejemplar, conferido por este periódico a él y a otros dieciséis compatriotas que, con su trabajo, su estudio o su determinación, siempre buscando el bienestar de la comunidad, se destacan en diferentes categorías y nos muestran la cara bonita de nuestra Colombia dispareja, que ellos, algunos incluso sin más capital que las ganas, ayudan a solucionar o en la que dejan una huella indeleble orientada al bien común.
De don Josema, como le dicen en su círculo, se ha hablado bastante en los últimos días. Y siempre bien, que es lo más bonito. No solo porque ocupa una página de honor entre el empresariado antioqueño, escrita a pulso durante más de ocho décadas, sino porque en el ejercicio de ser empresario no se le olvidó ser humano.
¿Pero qué es lo que hace tan diferente a este señor? Encuentro seis detallitos así de chiquiticos: Una mente inquieta y perceptiva. Un espíritu emprendedor. Su capacidad administrativa, empírica y autodidacta. Su calidad humana, que nos lleva derecho y sin escalas a otro punto a su favor: Un trato justo, equitativo y respetuoso con sus trabajadores. Y su vitalidad: A sus 102 años, don José sigue yendo a poner tornillos y a ajustar perillas en su fábrica de electrodomésticos. ¡Cómo les arderá esta cachetada a tantos que quieren jubilarse a los 30! Lo que no está mal per se, solo que quieren jubilarse sin hacer méritos.
Una empleada de Haceb, que prefiere mantener su nombre en reserva, muere de amor por su viejo patrón. “Es generoso, atento, tiene un sentido del humor increíble, es creativo y noble. Pero, sobre todo, es multiplicador de bendiciones”, dice, mientras me cuenta que don Josema se sienta a almorzar con los trabajadores, “y aunque él come como un pajarito, siempre está pendiente de que los demás tengan las porciones suficientes y queden satisfechos”.
“Multiplicador de bendiciones”. Eso me pareció muy bonito. Y se traduce así: A don José María no se le subió el éxito a la cabeza, y menos la plata. Ahora que Haceb es una empresa con cerca de cuatro mil empleados, él los sigue tratando como si fueran sus amigos. No, corrijo: Como a su propia familia. Por supuesto que nadie crea una empresa para perder, pero pocos la crean para compartir. Él, sí. Una política empresarial, bajo su directriz, es tener familias y hogares felices, un propósito superior que no descuida y que, como su nombre lo indica, vela por el bienestar de la fuerza laboral de su empresa. Cómo será que él mismo propuso la creación del sindicato, cuyos miembros una vez le ofrecieron que fuera su presidente. Calculen.
Desearle larga vida a don Josema ya sería redundante. Pero reconocer en él a un señorazo que vale su peso en oro y un poquito más, es justo y necesario: Sobre todo en estos tiempos de “abundancia de escasez” de liderazgos positivos, propositivos y asertivos