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El ministro de salud, quien fortalece la imagen de un gabinete compuesto por activistas más que por ejecutivos, olvida el peso de su voz y la mirada atenta de tantos que ante sus palabras deciden dejar de invertir en Colombia.
Por Federico Hoyos Salazar - contacto@federicohoyos.com
La creciente mediatización de la política se ha convertido en un incentivo perverso para el ejercicio público sereno y riguroso. Una intervención mesurada no tiene posibilidad de volverse viral en las redes sociales, mientras que una llena de pasión y espectáculo cumple lo requerido por el algoritmo para que el público digital se pueda deleitar.
El problema es que la voz de quienes tienen cargos de autoridad, en especial aquellos en el ejecutivo nacional, no pueden darse el lujo de hablar sin filtro y encender a la opinión pública sin que esto tenga efectos negativos. El poder e influencia de un ministro o una ministra son más profundos de lo que se puede creer. Por esto, la razón, la prudencia y la sindéresis, deben ser cualidades rectoras para estos altos funcionarios.
Con el gabinete del gobierno actual vemos lo contrario: pasión, desmesura e improvisación. El más reciente caso de irresponsabilidad en el lenguaje fue el del ministro de salud, quien, en un auditorio rodeado de congresistas, no tuvo inconveniente en proponer una nueva reforma tributaria para financiar el sistema de salud, bajo la facilista y manida premisa de que “quien tiene más que pague más y el que tiene menos que pague menos”. Un lugar común para la tribuna y el aplauso efímero, pero una advertencia y motivo de preocupación para el sector privado, inversionistas y en general, para la seguridad jurídica del país.
El ministro de salud, quien fortalece la imagen de un gabinete compuesto por activistas más que por ejecutivos, olvida el peso de su voz y la mirada atenta de tantos que ante sus palabras deciden dejar de invertir en Colombia, sacar ahorros y detener proyectos de construcción, entre muchas otras acciones que en últimas afectan la economía.
Afortunadamente la insensatez del jefe de la cartera de salud fue contenida por el ministro de Hacienda, quien en una de las declaraciones más duras que recuerde de un ministro refiriéndose a otro dijo sobre su propuesta de una segunda tributaria: “dejémoslo que divague”. El problema es que ante la evidente falta de coordinación del equipo de gobierno, no se sabe quién tiene el apoyo presidencial.
Parece que la campaña presidencial ya empezó, el presidente Petro habló recientemente desde el Pacífico de proteger lo alcanzado en 2026 y no “devolver el poder a la oligarquía colombiana”. Este banderazo hará que más de uno en el gabinete caliente motores y bajo esa misma retórica, sacrificando responsabilidad y sentido del deber, encienda el debate con todo tipo de propuestas irrealizables.
De tantas cosas por aprender del actual gobierno para no repetirlas, una es la de tener a menos ministros protagonistas, llenos de capacidades retóricas para encender auditorios y poco talento para atender la poco brillante labor de administrar lo público lo cual para algunos es una labor aburrida. Quizás se necesite más de esto último.
Ver, leer, escuchar: la exposición La buena vida en el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM). Es la primera vez que el Banco de la República saca una parte de su colección de Bogotá y la presta a otro museo. No se la pierdan.