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Cuando era más joven, me introdujeron al concepto de la poesía. Mis padres, hermana, profesores y amigos todos lo intentaron pero fue inútil: simplemente no lograba en ese momento impresionarme y se me volvía cercano a lo incomprensible. Las palabras, las emociones supuestamente cargadas detrás de cada soneto... la verdad, todo muy complejo para mí. Actualmente, sé que esto tenía tanto que ver con la profundidad de mi pensamiento de esa época como con la disposición del alma. En realidad, siempre me ha llamado la atención el hecho de que el mismo tema le pudiera impactar de forma diferente a uno, dependiendo de su edad y desarrollo; pero, como dicen por ahí, siempre es fácil encontrar un razonamiento para las cosas que sucedieron en el pasado. Alguna vez recordé algo que me dijo mi mamá mientras me enseñaba una receta de algún postre para yo poder deleitar a mis amigos y amigas: entre chocolate y huevos, me quejé de que sentía que no era suficientemente inteligente para entender la poesía romántica; me miró profundamente y me dijo “...por eso, siempre serás un romántico incurable”. Declaraciones maternas pre-20 años de edad como esas antes lo desorientan a uno y pueden resultar tristemente efímeros y perderse en el tiempo.
Hoy mi poeta favorito es Pablo Neruda; sí, hoy, porque esas cosas pueden cambiar con el clima o con el sol deslizándose sobre nuestras cabezas. Pero sus poemas y mensajes me agitan de una manera indescriptible. En una de sus citas decía “De nadie seré, sólo de ti. Hasta que mis huesos se vuelvan cenizas y mi corazón deje de latir”. Aún pudiendo interpretarse de diferentes formas, a mi gusto se podría referir a dos idiosincrasias humanas esenciales: la noción de miedo y la definición de romántico incurable. El miedo es probablemente uno de los impulsores más importantes de nuestro ser: miedo a perder, miedo a lastimar o miedo a la muerte. Sin miedo, algunos dicen que la voluntad de vivir se reduciría drásticamente. Siendo yo un romántico incurable, soy un firme creyente de que las organizaciones modernas necesitan desarrollar este concepto dentro de su cultura: esperanza, optimismo, pasión, empatía, encontrar oportunidades y creer que las pequeñas acciones pueden marcar una gran diferencia. En un mundo en el que el método y la tecnología juegan un papel cada vez más relevante, la cultura y el factor humano se convertirán en un componente clave para el éxito de las organizaciones que quieren perdurar en el tiempo y lograr un impacto sostenible en el planeta que vivimos.
Personalmente, es reconfortante saber que el sine qua non del ser humano nos seguirá conectando, esto a pesar de la inteligencia artificial que ya escribe artículos y columnas: que sí se escribirán poemas, que se conquistarán corazones y que se conectarán almas; y sí, los corazones se podrán romper, las almas se podrán volver un poco más sombrías y sí se escribirán poemas. Como dijo Neruda en “El Miedo”: “Tengo miedo de todo el mundo, del agua fría, de la muerte. Soy como todos los mortales, inaplazable.” Para nosotros, los románticos incurables, el miedo es solo un síntoma más de que sí estamos vivos.