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Ahora que China comienza a tratar de colocarnos productos más sofisticados, desde automóviles a maquinaria industrial o alta tecnología, no parece una buena política tocar las narices con amenazas a diestro y siniestro a Estados Unidos y Europa. Sobre todo, porque son estos mercados a los que, preferentemente, va dirigida la nueva producción de “gama alta” china. Por supuesto que la marca chino-sueca (china al fin, con sello europeo) Lynk puede llegar a vender coches en África, pero dudo mucho que abunden quienes pueden permitirse pagar de media 45.000 euros por uno de sus modelos.
Por eso, llaman poderosamente la atención las cifras comerciales anunciadas por el régimen chino correspondientes a los dos primeros meses del año, publicadas de forma conjunta por las celebraciones del Año Nuevo Lunar. Pekín reconoce una contracción del 8,3% de sus ventas al exterior, que atribuye a la ralentización de la actividad a nivel mundial y a una demanda interna más débil, según los datos de la Administración General de Aduanas. Evita comentar que su alineamiento con Rusia comienza a pasarle factura.
En concreto, el volumen de los intercambios comerciales de China en los dos primeros meses de 2023 sumó 840.485 millones de euros. Las exportaciones chinas sumaron 475.081 millones de euros, lo que representa una bajada del 6,8%, mientras que las compras al exterior del gigante asiático alcanzaron un valor total 365.408 millones de euros, cifra que representa una bajada del 10,2% en la comparativa interanual.
Habrá quien considere que los 109.682 millones de euros de superávit comercial chino, más favorables aún en los dos primeros meses del año como consecuencia de la mayor caída de las importaciones sobre las exportaciones, son una buena noticia para el gigante asiático, pero tampoco es así, puesto que muestra un menor flujo en ambos sentidos y una contracción general del comercio y de la actividad en China.
Además, basta con ver el saldo comercial entre China y la Unión Europea para comprobar que algo está pasando. La información de la Administración General de Aduanas de China reveló que durante los dos primeros meses del año el comercio con la UE, el mayor bloque económico del mundo, por delante de EE.UU., disminuyó un 10%, hasta los 115.752 millones de euros.
Las exportaciones chinas hacia la UE cayeron un 12,2%, hasta los 75.159 millones de euros, mientras que las importaciones retrocedieron un 5,5%, hasta los 40.592 millones de euros.
Las tensiones políticas se agudizan más aún en los intercambios con Estados Unidos. El comercio con China entre enero y febrero sumó 95.567 millones de euros, un 17,4% menos, con una bajada del 21,8% de las exportaciones chinas y una caída del 5% de las importaciones.
Para contrastar que es este un fenómeno político-económico, veamos qué ocurrió con Rusia. En los dos primeros meses de 2023, el gigante asiático incrementó un 25,9% sus intercambios comerciales con Rusia, hasta los 31.608 millones de euros. Las exportaciones con Rusia crecieron un 19,8% anual, hasta los 14.109 millones de euros, mientras que las importaciones desde Rusia alcanzaron los 17.499 millones de euros, un 31,3% más.
Parece claro que China ha elegido bando y no es el nuestro. Pues que les vaya muy bien con Rusia, un mercado, en términos económicos, del tamaño del de España, con un PIB per cápita dos veces inferior al español. Que les compren sus juguetes en el Kremlin.