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Columnistas | PUBLICADO EL 24 agosto 2019

Los pecados de los curas

Por ERNESTO OCHOA morenoochoaernesto18@gmail.com

Le pregunté al padre Nicanor si ya había leído el libro “Sodoma: poder y escándalo en el Vaticano”, del francés Frédéric Martel, del que tanto se habla hoy.

-No, hijo. Me lo pasas cuando lo consigas. Me interesa leerlo.

-De todas maneras, tío, hablemos de los pecados de los curas. Porque de eso trata el libro, según entiendo. A usted, enseñado a oír pecados, supongo que lo dejan tranquilo estos escándalos.

-Tranquilo, pero triste, hijo. Pero si tú pones tu tristeza a contraluz de la confianza en Dios, no tienes por qué perder la serenidad.

-Al grano, padre Nicanor. ¿Qué piensa usted de todo esto de los curas pederastas, del homosexualismo en el clero, de este enredo en que está metida la Iglesia?

- Antes que nada, la Iglesia, no puede pasar agachada ni sentirse víctima y empezar a esgrimir defensas apologéticas. Ciertamente escándalos de esta laya desatan en muchos sectores de opinión los habituales resentimientos y los odios gratuitos. Más aún en Colombia, donde frente al catolicismo muchos sectores siempre han mantenido un larvado anticlericalismo, o antieclesiasticismo, como decía Unamuno.

-Usted no me está respondiendo, tío.

-Hay que analizar un fondo institucional en donde encontrar en cierta forma la raíz de esta marejada de contradicciones, de errores, de fallas personales, de infidelidades evangélicas. Por eso saco a relucir lo del clericalismo.

-Que es decir...

-Que lo que hay que revisar en la Iglesia católica es la concepción misma teológica e institucional del sacerdocio ministerial. No es el sacerdocio lo que hay que reformar, sino el clero. La Iglesia, a través de los siglos, por razones de poder material o por exigencias espirituales y de evangelización, se sacerdotalizó al máximo, se clericalizó totalmente.

-Ahora sí que menos lo entiendo, padre.

-Jesús no era de la tribu de Leví, sino de la tribu de Judá. Propiamente hablando, no era sacerdote o levita, sino laico y no fundó una comunidad sacerdotal, levítica, sino una comunidad de creyentes unidos en el amor. La Iglesia primitiva se reunía y eran los ancianos, los presbíteros, quienes presidían los encuentros en que se compartían el pan, la palabra, los bienes.

-Algo voy comprendiendo.

-Con el tiempo, a medida que crecía el número de creyentes, surgieron los obispos, no como jerarquía sino como supervisores (”episcopeo” significa inspeccionar, supervisar) y fueron escogidos algunos santos varones, ancianos (que anciano en griego es “presbítero”) para orientar a las comunidades, hasta que tomó cuerpo la institución eclesiástica que, hecha ya poder con Constantino, ha llegado hasta nuestros días.

-¿Y entonces?

-Entonces, muchacho, creo que hay que dejar para la próxima columna lo que se queda en el tintero. Te lo repito: no es lo mismo clero que sacerdocio

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