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La infiltración de boicoteadores es una amenaza latente en todos los ámbitos de una sociedad que padece crisis de confianza y deterioro de las lealtades. Ante semejante riesgo de desmoronamiento de la integridad en instituciones oficiales y privadas es obvio, elemental, que deban apretarse los métodos de prevención y control. El riesgo que debe evitarse a toda costa es el de emprender desaforadas cacerías de brujas, con los errores, las injusticias y las persecuciones que puedan derivarse. Las imprudencias pueden causar descalabros y agravar la pérdida de credibilidad de los responsables de salvaguardar la unidad de mando y el principio de autoridad en cualquier empresa o corporación. Pero que hay infiltrados, los hay.
El quintacolumnismo, que empezó a mencionarse durante la guerra española, lo representan individuos que de modo subrepticio trabajan para el bando contrario, para el enemigo, para la competencia. Es lógico sospechar que en las protestas estudiantiles de la semana pasada en Bogotá hayan actuado infiltrados que desnaturalizan la inconformidad y le imprimen un cariz de expresión antisocial.
En los errores que ha cometido el gobierno del presidente Duque también puede presumirse que se han colado quintacolumnistas, como por ejemplo al incluir fotos equivocadas como pruebas espurias en el documento con que se denunció en la Asamblea de la ONU el patrocinio del régimen dictatorial de Maduro al Eln, o en la extraña demora del correo para hacer llegar a Estados Unidos una carta relacionada con el caso de Santrich.
En esos y otros episodios, que abundan en el historial de las frustraciones y las metidas de pata gubernamentales, han faltado malicia, precaución, investigación previa, verificación de la seguridad interna, blindaje de los sistemas de inteligencia y tal vez ha sobrado ingenuidad, como la de los arqueros que no protegen las porterías y se dejan hacer goleadas penosas.
Que los señalamientos de Duque al déspota venezolano y sus compinches se justifica, no cabe duda. Sería una necedad negarlo. Que ha sido oportuna y legítima la revelación en este diario de la fotografía publicada años antes e incorporada en forma errónea por el gobierno al acervo probatorio ante la ONU, pues claro que sí: Eso se llama un acto de honradez intelectual e independencia periodística, muy propio de la tradición ética de El Colombiano. Sean cuales fueren las simpatías políticas, primero está la veracidad. “Amicus Plato sed magis amica veritas” (“Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad”), es la frase atribuida a Aristóteles.
Es hora de que el gobierno espabile, se ponga las pilas y, sin desencadenar nada que parezca una cacería de brujas, impida el trabajo soterrado, de zapa, de los quintacolumnistas e infiltrados. Que los hay, los hay, en todas partes y haciendo daños.