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Columnistas | PUBLICADO EL 02 mayo 2020

Leer a Fernando González

Por ERNESTO OCHOA morenoochoaernesto18@gmail.com

Me han gustado los textos que se han venido publicando en la página de Otraparte, como respuesta a la iniciativa del pasado 24 de abril, hecha por la Corporación Fernando González, de rendir un homenaje escrito al filósofo de Envigado con un comentario sobre él y su obra. Un texto de 125 palabras con motivo de los 125 años de su nacimiento en 1894.

Se descubre que hay interés; que hay amor y simpatía por nuestro escritor; que son cada vez más los solitarios, que no discípulos (“yo no creo discípulos, sino solitarios”) sentados en los bancos de escuela en la que él sigue siendo maestro. Maestro de escuela, que conste.

Gracias a la pasión y a la paciente labor de la Corporación Otraparte, bajo la dirección de Gustavo Restrepo Villa, se ha avanzado mucho en la divulgación de la figura y el pensamiento de Fernando González, de sus obras y de libros y artículos que lo estudian y analizan. Sin embargo, (y ustedes perdonan) yo sigo creyendo que todavía no es suficientemente leído, no es bien leído, ni es completamente leído.

Cuando se habla con simpatizantes de su obra se advierte que no son muchos los que han profundizado y muy pocos los que se han lanzado al pozo profundo y de aguas deliciosas pero inquietantes que son sus escritos. Muchos conocen sus obras por acercamientos, a través de ensayistas y estudiosos de su pensamiento, de lecturas de revistas o de suplementos literarios. Lo que es muy válido, pero no suficiente. Por eso, lo primero que hay que decir, aunque suene a perogrullada, es que para leer a Fernando González no hay sino un camino: leer a Fernando González.

No basta leer una obra suya al azar, aunque tal vez haya sido así el primer encuentro que nos cautivó. Pero González no suscita solamente experiencias aisladas, sino que desata una gran aventura. Un viaje a la intimidad. Por eso hay que leerlo todo, todas sus obras, una tras otra. Aguas arriba y aguas abajo. A mí me gusta leerlo en dos direcciones. Partiendo de “Pensamientos de un viejo” hasta “La Tragicomedia del padre Elías y Martina la velera” o “Cartas a Ripol”. Dejarse llevar por la corriente, sin remar, que la barca surque sola las aguas, que se bambolee, se meta en torbellinos, amague con naufragar. Que naufrague si es el caso. Y después de un respiro, si se da, empezar a remar a contracorriente. De la última obra a la primera. Entonces descubre uno pistas, constantes en toda su obra, el cordón umbilical de su pensamiento y eso que los críticos se han empeñado en decir que no tiene el filósofo de Otraparte: coherencia y pensamiento sistemático. Una invitación, pues, a leer a Fernando González.

Si quiere más información:

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