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En 1960, desde Buenos Aires, Argentina, llegó a Medellín un viajero singular. Era muy joven, pero estaba enfermo de estrés. El médico le recomendó viajar para curarse. Y él eligió venir a Medellín, la ciudad donde el 24 de junio de 1935 murió en un accidente de aviación Carlos Gardel, el más grande cantor de tangos de la historia.
El viajero se llamaba Leonardo Nieto. Había nacido en Vedia, en la provincia de Buenos Aires. A los 14 años se fue a la capital y se dedicó a trabajar en confiterías. Su sueño era abrir un restaurante parecido al Café Tortoni, que es café y cabaret de tangos al mismo tiempo.
Con solo ver nuestra ciudad desde el avión, él quedó maravillado con su belleza. Y las vacaciones de 20 días se convirtieron en el viaje más largo de su vida. Recorriendo la ciudad se dio cuenta de que aquí se escuchaban más tangos que en Buenos Aires.
Dicen que la muerte convierte muestras vidas en destino. Don Leonardo murió en Medellín el pasado 20 de junio, a los 94 años, después de hacer realidad sus sueños: convertir en ciudades hermanas a Medellín y Buenos Aires; crear un festival internacional de tango con la participación de los mejores músicos de su patria, y fundar lugares que se volvieron parte de nuestra leyenda urbana: el Salón Versalles, en el centro, y La casa Gardeliana, en Manrique. “Fue una cosa de locos. Vine de paseo. Estaba enfermo. Pensaba quedarme unos días. Pero me recibieron dos amigos muy queridos que tenían dos grilles muy populares. Me gustó tanto Medellín que decidí formar una sociedad con ellos”. Después fundé Versalles. El salón abrió sus puertas en 1961.
Desde entonces, tuvo tres patrias: Argentina, el tango y Medellín. El café se convirtió en el refugio de futbolistas, escritores, cantantes de tangos, entrenadores de fútbol, críticos de arte y periodistas de Argentina y Colombia. Su historia se fundió de tal forma con la de Medellín que hoy es una especie de embajada argentina en el corazón de nuestra ciudad.
Allí, el poeta Gonzalo Arango y otros escritores consolidaron el movimiento Nadaísta, nacido en Cali. Ellos iban por la tarde a tomar café, a leer, a fumar y a conversar. A las seis, cuando los clientes escaseaban, ellos todavía se quedaban charlando.
Desde Versalles también se transmitía el programa deportivo radial más escuchado de la época: “El café del Deporte”, de Radio Visión.
En 1964, don Leonardo realizó su otro sueño: el Festival Internacional del Tango. “Fue otra cosa de locos” decía. “Nos ayudaron los cafeteros colombianos y la Cancillería argentina. En 1968 trajimos desde Argentina un vuelo chárter con 70 músicos y cantantes. Entre ellos estaban Aníbal Troilo y Roberto Goyeneche”.
En 1972, realizó su último sueño: fundó la Casa Gardeliana. Por allí pasaron orquestas y cantantes como Osvaldo Pugliese, Agustín Irusta, Roberto Rufino, Mariano Mores y escritores como Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Horacio Ferrer.
En 1935, Gardel grabó “Lejana tierra mía”, una de sus canciones más hermosas, para la banda sonora de “Tango Bar”, su última película estrenada pocos días después de su muerte. La canción dice: Lejana tierra mía / Bajo tu cielo, bajo tu cielo, / Quiero morirme un día / Con tu consuelo, con tu consuelo. Gardel no murió en su tierra. Medellín se convirtió por azar en su última patria.
Don Leonardo, en cambio, eligió morir aquí, en su tercera patria. Me lo dijo en Versalles, hace unos años, cuando el café iba a cumplir medio siglo. Al final de nuestra charla, recordó a Aída, su esposa, y a Gardel. Entonces dijo: “Gardel murió aquí en 1935. Aída murió aquí hace 35 años. Yo también quiero morir aquí...” .