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Columnistas | PUBLICADO EL 18 febrero 2019

LAS BIENAVENTURANZAS, DICHA PERFECTA

Por juan pablo cardonaadielo123@gmail.com

La versión lucana del sermón de la montaña de Mateo es más breve, tiene un tono más directo de urgencia escatológica y es una proclamación universal que supera las fronteras de Israel. Las bienaventuranzas con que se abre el sermón del monte constituyen el gran documento del reino de Dios.

La lectura espiritualista de las bienaventuranzas reduce su contenido a una serie de conductas morales que hacen al hombre grato a Dios: los pobres, los misericordiosos, los pacíficos, los limpios... son objeto especial del amor de Dios.

Jesús revela la inclinación amorosa de Dios en favor de los pobres, pacíficos, mansos... no porque automáticamente lo merezcan, sino debido a su situación de sufrimiento (hambre, lágrimas, persecución...). Ellos son identificados con Jesús, a quien Dios amó y glorificó con atención a sus sufrimientos y los sujetos de las bienaventuranzas son los que más se parecen a Jesús.

Dios no pone al hombre ante hechos consumados, sino frente a situaciones de decisión libre. Cada hombre es invitado amorosamente por Dios a entrar activamente en sus designios, a vivir sus relaciones con Dios y con los hombres a la manera de Jesús, modelo perfecto de todo hijo de Dios. ¿Qué sería de un cristiano que rehusara ser como él? El espíritu de las bienaventuranzas es el espíritu de Jesús mismo que fue pobre, pacífico, perseguido... Esforzarse por asimilar ese espíritu es como lograr una conquista que lleva a la dicha. La vida no puede limitarse a la dimensión del aquí. Las bienaventuranzas han sido cumplidas perfectamente al menos por uno: Jesús de Nazareth, Obediente y pobre hasta la muerte. Le fue dada la felicidad de la plenitud en la gloria del Padre.

El mensaje se dirige a todos con voluntad de fermento y transformación de la mentalidades y las conductas. Bienaventuranzas es sinónimo de dicha perfecta, que se logra con la bendición de Dios y el ejercicio de la fe, la esperanza, caridad y paciencia. Son una versión positiva y dinámica del decálogo, más legislativo y frío.

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