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Columnistas | PUBLICADO EL 07 agosto 2020

La relación

Por hernando Uribe c., OCDhernandouribe@une.net.co

La palabra relación tiene un contenido riquísimo. Todo existe en relación y sin relación no existe nada, porque la relación es el fundamento de todo. Parodiando a Octavio Paz refiriéndose a la magia, relación es la corriente de secreta simpatía que une las partes con el todo.

Gracias a la relación, yo para mí soy el centro de todo y no puedo no serlo. A mí llega todo y de mí parte todo, adquiriendo la calidad que yo le pongo, según el cultivo que hago de mí mismo. La relación hace ver la solidaridad como algo del todo natural.

Gracias a la relación, todo lo que me afecta a mí, afecta a los demás y lo que afecta a los demás me afecta a mí. Dime con quién te juntas y te diré quién eres. La relación trae consigo la reciprocidad, doy lo que me dan, me dan lo que doy, quiéralo o no. Mi relación fundamental es conmigo mismo. Si cuido una parte mía, mis ojos, mis oídos, mi mente o mi corazón, me cuido yo. Milagro de la relación.

Juan Pablo II afirma: “Cultura no hay sino una, la humana, la del hombre y para el hombre”. Esta afirmación tiene consecuencias enormes si entendemos la cultura como modo de relación. De modo que la relación es el fundamento de la cultura y el modo la tarea que el hombre tiene por realizar, pues es posible afirmar que hombre no hay sino uno, y cada hombre es un modo de ser hombre. De cada uno depende la calidad de su modo de ser hombre.

La afirmación de Benedicto XVI (Spe Salvi 27) es iluminadora. “La vida en el sentido verdadero, no se tiene en sí misma, de sí misma, ni tan sólo por sí misma: es una relación. Y la vida en su totalidad es relación con Aquel que es la fuente de la vida. Si estamos en relación con aquel que no muere, que él mismo es la Vida y el Amor, entonces estamos en la vida, vivimos”.

Así como cultura no hay sino una, religión no hay sino una, y las religiones son modos de religión. La religión, de la cual la institución es una de sus dimensiones, es la relación de amor del hombre con Dios, y de cada uno depende, quiéralo o no, la calidad de su modo. Y la oración es la práctica de la religión. El místico es diligente en el cultivo de esa relación de amor, modelo de la respuesta del hombre del siglo XXI al desafío de la pandemia.

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