viernes
0 y 6
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Algunos lectores, en especial los mayorcitos, coincidirán conmigo en que muchos de los mejores momentos de la vida, sin duda, los pasamos jugando.
Eran horas felices que volaban en un reloj que hubiéramos querido detener para que el goce de correr tras un balón no se acabara. A veces era un tarro que botábamos lejos y que alguno tenía que ir a recoger mientras la gallada se escondía. O “bate”, como le decíamos al béisbol, en un diamante improvisado cuyas bases demarcábamos con un cerro de piedras o con los morrales llenos de cuadernos. O una golosa que, a falta de tiza, trazábamos en el pavimento con un pedazo de ladrillo anaranjado, sobre la que saltábamos en patasola deslizando una piedra hasta llegar al cielo. Jugábamos chucha, pañuelito, escondidijo... ¡Lo que fuera! Y siempre había espacio, ganas, vecinos, amigos, hermanos y primos. ¡Tiempo era lo que faltaba!
En esta época de hijos únicos, máximo dos, papás y mamás trabajando, familias incompletas, unidades (en)cerradas, uso de juguetes tecnológicos desde que se aprende a caminar y vías no aptas para seres vivos, jugar se ha convertido en una actividad en decadencia, pese a su importancia.
Pero no todo está perdido.
Después de celebrar el Día del Maestro, desde este espacio aplaudo con fuerza y grito hurras por los profesores que van más allá de la tiza y el tablero, son estimuladores, reconocen que no se las saben todas, se permiten dudar e invitan a sus estudiantes a buscar soluciones, como la profe Mónica, de la I. E. Gabriela Gómez Carvajal, que se ha propuesto modificar la conducta de los estudiantes de la primaria a través de la ejecución de un proyecto lúdico en los descansos, una especie de maratón de actividades recreativas, deportivas y culturales (lectura incluida) elegidas por los estudiantes, que disfrutan por igual participantes y espectadores.
En palabras de la profe, “la lúdica es un proceso interior que existe en cada uno de nosotros, es actitud positiva que trasciende. Busca la libertad, la creación y la felicidad. Nos permite aceptarnos y reconocer a los demás, disfrutar lo que tenemos y desarrollar nuestras habilidades y destrezas”.
“Déjate ver” es el nombre del proyecto y ya camina. Ahora todos saben que el más necio del salón es muy buen futbolista y que la niña tímida que no habla con nadie es capaz de comerse el mundo cuando canta. Pero también permite que, a través del juego, los niños expresen roles, conflictos, actitudes, miedos, gustos y cambios de visión, que aprendan a respetar normas y a resolver conflictos. Me encanta.
Ojalá todos los profesores se contagiaran de esa energía y se comprometieran en proyectos propositivos que ayudaran a mejorar el clima institucional sin considerarlos una carga más dentro de su labor docente. Eso es vocación de la más pura.
A pesar de estos tiempos de profesores amenazados y de niños que van a la escuela armados, drogados o con hambre, hay personas que ayudan a que renazca la esperanza a punta de iniciativas sencillas. ¡Gracias, profe Mónica, por pintar de colores, al menos dentro de la escuela, una realidad que pasa de castaño a oscuro!
Por personas como ella hoy alzo mi voz, por su entrega, su dedicación y su trabajo, tan importante y tan definitivo en una sociedad que aún no valora con justicia a sus maestros, ¡y debería!.