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Columnistas | PUBLICADO EL 18 mayo 2021

La fracasada revolución del “Komintern del Paro”

Por Humberto Monterohmontero@larazon.es

Para decodificar el lenguaje de los políticos no hace falta una máquina Enigma como la que utilizaban los nazis para encriptar sus transmisiones. Lo mismo pasa con los sindicatos. Así que, cuando el Comité de Paro, nombre apropiado para quienes no hacen otra cosa más que protestar, pida subsidios a discreción, salarios mínimos y el oro y el moro, apriétense los cinturones porque en realidad unos y otros convergerán en lo mismo: crujir a la clase media, a los empresarios -grandes, pequeños y medianos- y a todo el que guarde un peso bajo la almohada.

Ya va siendo hora de cantarles las cuarenta a todos aquellos que son incapaces de gestionar sin acaparar más y más recursos ajenos. El objetivo del Comité del Paro, al que deberíamos llamar “Komintern”, como abreviaban los rusos a la III Internacional Comunista, es destriparnos. El de cualquier gobernante debe ser bajar los impuestos. Siempre y al máximo. ¿Cómo? Gestionando mejor los recursos públicos. Pero para eso hay que trabajar duro e implica convertirse a menudo en el malo de la película.

Aviados estaríamos si, con la que está cayendo, las familias colombianas, los comercios, pymes y empresas en general hubieran fiado su supervivencia a disponer de más dinero en sus bolsillos. ¿Qué han hecho las familias ante la calamidad? Apretarse el cinturón. Ser austeros.

A quienes critican la austeridad pública habría que recordarles dos cosas. La primera es que la lógica indica que cuando las cosas van mal, todos gastamos menos. Si tenemos, por precaución. Si no, por pura necesidad. La segunda, que el dinero público es un tesoro que ha sido extraído del sudor de nuestro trabajo y que, por tanto, debe ser administrado con cautela y rigor. ¿Qué implica eso? Que dilapidar fondos públicos en programas y supuestas políticas sociales que en el fondo alimentan otros intereses es robarnos e hipotecar el futuro de nuestros hijos. ¿Cambian las cosas, cuando la economía va bien? Un poco, pero recuerden la fábula de la cigarra y la hormiga.

Permítame advertir aquí a todos esos que pretenden crujirles que en este mundo global no competimos en igualdad. Contra China todos batallamos en clara desventaja, puesto que es una nación que no está sujeta a los vaivenes políticos. Todos reman en una dirección: vender más y ganar más. Por eso, es crucial que todos los que no estén dispuestos a recortar el gasto público y bajar los impuestos, se vayan cuanto antes. Porque se está jugando nuestro futuro y el de nuestros hijos.

Entrevisté el pasado fin de semana al exministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, con motivo del décimo aniversario del movimiento indignado surgido el 15 de mayo de 2011. Como recordarán, Varoufakis se las tuvo tiesas con la llamada Troika (FMI, Banco Central Europeo y Comisión Europea), que quería recortes a discreción ante la brutal crisis de deuda griega que arrastraba a Italia, Irlanda, España y Portugal, y amenazaba hasta a Reino Unido, y eso que los británicos ni siquiera estaban en la eurozona. Pues bien, el efímero ministro, que estuvo tan solo seis meses en el cargo y renunció en el verano de 2015 ante la rendición del premier Tsipras a la Troika a cambio del rescate, me sorprendió con esta reflexión: “La izquierda es un completo desastre (...). Soy un revolucionario que teme la revolución porque hemos visto en el pasado cómo se han vuelto regímenes autoritarios y criminales. El poder corrompe. No creo en el monopolio de la verdad”. Más claro, el agua

Humberto Montero

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