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El desastre afgano —que es, en palabras directas, el peor revés militar estadounidense en más de medio siglo— es también una compleja fotografía de la debilidad europea en el mapa político internacional. Su voz apenas si se siente, confundida y aturdida, en medio de la catástrofe humanitaria que significa la retoma talibán del poder y la retirada de las tropas de Occidente.
Aunque hace ya muchos años se hablaba de la salida definitiva del terreno y desde inicios del 2021 se preveía la caída del gobierno aliado, increíblemente el colapso afgano parece haber tomado a todos por sorpresa. Mientras Estados Unidos intenta a las apuradas —y en medio de bombas y atentados— sacar a su gente y a sus colaboradores, Alemania, Francia e Inglaterra se ven incapaces de lograr más tiempo para socorrer a los suyos y sus peticiones a Joe Biden caen en el vacío. En el cataclismo, las alianzas muestran sus flaquezas.
La Casa Blanca trata de controlar los daños, pero para Europa el problema afgano tiene otras aristas de enormes dimensiones. El totalitarismo talibán generará en los años por venir una oleada migratoria inmensa de personas que buscará salvar sus vidas y que prontamente llegarán a las fronteras de la Unión. Falta poco para ver de nuevo las trágicas imágenes de lanchas atestadas en el Mediterráneo.
A esto habrá que sumarle la posible escalada terrorista de grupos radicales que, como Isis, se sentirán menos vigilados para atacar, gracias al nuevo gobierno en Kabul. La larga noche violenta contra capitales europeas vivida en la década pasada, cuando el califato se expandía sin freno por Oriente Medio, es un recuerdo trágico que no se quiere repetir.
Por ahora, los esfuerzos están destinados a lograr una estabilidad mínima en Afganistán, que se prolongue por unos cuantos días o algunas semanas, en el mejor de los casos, y así reajustar la brújula geopolítica. Después vendrán las proyecciones de cómo veinte años de guerra, cientos de miles de muertos y millones de millones de dólares malgastados moldearán una nueva política exterior para cada una de las potencias que estuvieron involucradas. Y el caso europeo será aún peor, pues parece lógico imaginar que el terrorismo y la migración masiva tendrán repercusiones fronteras adentro, con el resurgimiento de discursos extremos que encontrarán en los afganos un nuevo chivo expiatorio