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La culpa esquiva

Aquel, como nuestro presidente, que complejiza las situaciones con tal de evadir culpas, pierde no solo credibilidad, sino también confianza.

14 de febrero de 2024
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  • La culpa esquiva
  • La culpa esquiva

Por Juliana Velásquez - JuntasSomosMasMed@gmail.com

Tenemos un presidente con problemas de autorresponsabilidad. No he conocido una sola vez, desde que tengo conciencia de Gustavo Petro, que haya asumido la responsabilidad de sus acciones u omisiones. Los errores, claros para todos menos para él, vienen acompañados de explicaciones extensas, acusaciones desesperadas y publicaciones compulsivas. Me genera mucha curiosidad esa incapacidad de reconocer la culpa y reflexiono sobre esto tanto en el liderazgo público como en el privado.

La falta de autorresponsabilidad en general, pero sobre todo en posiciones de liderazgo, congela los procesos. Alarga innecesariamente el tiempo de respuesta y corrección del error. Me permito incluir una frase en inglés por el juego del lenguaje: “accountability breeds response – ability” del escritor Stephen Covey. La autorresponsabilidad cultiva la capacidad de respuesta. Luis Guillermo, mi papá y filósofo de cabecera, me decía cuando era niña y con mucha razón: en el momento en que se asume la responsabilidad del error y se reconoce la culpa, el problema se comparte. De lo contrario, es un proceso solitario y traicionero.

Hemos desarrollado una fobia a la culpa. Creemos que asumir culpas propias debilita nuestra credibilidad, cuando en realidad es al contrario. Aquel, como nuestro presidente, que complejiza las situaciones con tal de evadir culpas, pierde no solo credibilidad, sino también confianza. Cualquier líder que se pare en frente de su público y asuma la responsabilidad de sus acciones y las de sus equipos le hace un gran favor a su entorno. No solo avanza rápidamente en la búsqueda de soluciones, genera una cultura enfocada al desarrollo, hacia adelante, da ejemplo de autorresponsabilidad y le quita el misterio o miedo a reconocer los errores cuando se cometen.

Esquivar la culpa parece estar atado a nuestra naturaleza. Por lo tanto, debemos ejercitar la capacidad de autorresponsabilidad en nuestras acciones.

Hay una canción infantil que mis hijos me enseñaron, “La señora de los faroles”, que cuenta la historia de una señora que no quiere pagar una multa y monta una cadena de culpas hasta llegar de nuevo a ella misma, acusada por el piojo de su sombrero. Rafael mi hijo de 6 años saca la siguiente conclusión:

“Mamá, si la señora de los faroles reconoce la culpa a la primera, hubiera pagado una multa, pero como le echó la culpa a todo el mundo le toca pagar 6”. Y es que la falta de autorresponsabilidad es un círculo vicioso. El error no reconocido vuelve y toca la puerta, acompañado de agravantes que lo hacen mucho más grande que el original.

Vale la pena que nos hagamos las siguientes preguntas: ¿es este el comportamiento esperado de un líder?, ¿podríamos esperar un equipo de trabajo con autorresponsabilidad si el líder esquiva la culpa? Y entonces, ¿qué colectivo avanza cuando el desarrollo parte del reconocimiento de los errores para corregirlos y seguir adelante?

La culpa esquiva de Gustavo Petro es chocante y francamente asustadora. “No hay veneno más peligroso que la sensación de no tener defectos. Esta es la raíz del mal en el hombre” (Carl Jung). Tristemente, este presidente no es el único. Vivimos en una sociedad en donde nos cuesta demasiado reconocer errores. Empezamos desde niños a temerle a las consecuencias y como padres deberíamos acompañar mucho más la valentía de reconocer un error, de reconocer la culpa. Los líderes debemos, con toda la contundencia, reconocer en primera persona nuestros errores. Eliminemos el pluralismo de la culpa individual. Atajemos la culpa esquiva.

Y presidente Petro: no hay suficientes posts en X que lo salven de lo inevitable, las consecuencias de sus errores no reconocidos.

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