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Columnistas | PUBLICADO EL 22 febrero 2022

Jornadas laborales de 4 días

Jornadas laborales de 4 días
Por Juan Camilo Quintero - @JuanCQuinteroM
Infográfico

Hace unas semanas el grupo HADA, dedicado a la fabricación de productos de jabonería, anunció que en los países en los que tiene presencia, entre ellos Colombia, sus empleados tendrán una jornada laboral de 4 días, sin que sus condiciones salariales se vean afectadas por esto. El objetivo es claro: mejorar la calidad de vida y la salud mental de las personas que trabajan en el grupo. En España, Nueva Zelanda, Reino Unido, y otros países asiáticos y europeos, ya algunas empresas empiezan a implementar planes piloto en este sentido: reducción de la jornada con salarios y condiciones laborales idénticas a cuando la jornada era de 5 días. Hasta ahora la mayoría de reportes apuntan a un incremento de la productividad significativo y a un aumento en la calidad de vida de quienes se han sometido a esta modalidad.

En el otro extremo, podemos pensar en modelos como el norteamericano en el cual, si una persona así lo considera, puede trabajar hasta 16 horas al día durante toda la semana y así por el resto de su vida sin que muchas veces alcance una pensión. Este modelo, en el cual se paga por hora, implica que si no se trabaja no se produce: el capitalismo en su versión más prosaica y salvaje.

Sin embargo, creo que luego de la pandemia muchas cosas están llamadas a cambiar. No solo en lo que tiene que ver con nuestras rutinas y el mundo práctico, sino también con las razones conceptuales que nos llevan a interpretar el mundo. Me explico. La pandemia lo que nos demostró es que el modelo bajo el cual vivíamos, en el cual dábamos todo por sentado, en el que podíamos hacer planes a corto y largo plazo sin apenas modificarlos, de muchas maneras fracasó. Países cerrados, viajes cancelados, empresas sin producir, largos confinamientos en los que la vida se puso en pausa, sin que apenas pudiéramos relacionarnos con los otros, era algo impensable hace apenas un par de años. Y así ocurrió, y la vida siguió, y las economías sufrieron bastante, pero no al nivel que algunos vaticinaron. Y al confrontarnos de golpe con la muerte y con nuestra fragilidad, muchos repensamos nuestras prioridades y por primera vez fuimos más que conscientes de las jornadas maratónicas, y de ese consumo desaforado en el que estamos embebidos.

Reducir la jornada laboral en un momento como este, acompañada de tecnología que ayude a potenciar más la productividad y, como lo demuestra, la flexibilidad laboral, implica un cambio consciente de prioridades y de paradigmas. Si algo hemos empezado a entender es que nuestro mayor activo es el tiempo: el que nos damos a nosotros mismos, a nuestras familias, a nuestros proyectos, a nuestro trabajo. Volver a contar con él, tener espacio para hacer pausas, permitirnos ciertos silencios, ciertos encuentros, tal vez sea la clave para vivir en la que tantos llaman la nueva normalidad

Juan Camilo Quintero

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