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Columnistas | PUBLICADO EL 29 junio 2022

¿Hay esperanzas?

Por Alberto Velásquez Martínez - redaccion@elcolombiano.com.co

Si cuaja el Gran Acuerdo Nacional como resultado de un consenso de las fuerzas vivas, sociales y políticas, la reconciliación, el desarrollo económico y el progreso social y cultural serían metas alcanzables. Y Colombia dejaría de transitar por momentos difíciles y amargos.

Pero si lo que se ofrece es una trampa, o la iniciativa de Acuerdo Nacional degenera en simple pacto burocrático —por donde se filtren clientelistas, arribistas, desertores, manzanillos de todos los pelambres—, la decepción y fracaso reformista sería inevitable. Lograr un Gran Acuerdo Nacional, para cicatrizar tantas heridas e impulsar las reformas sociales, económicas y políticas que Colombia requiere, es un compromiso ineludible de país.

Para alcanzar ese propósito, el país nacional tendrá que mostrar un poder moral, para convencer a ilusionistas y aventureros de que sería suicida fomentar más rupturas y odios. Ese país nacional deberá enfrentar la voracidad de quienes suponen que todo lo ganaron y que el país ya les pertenece. Y convencerse quienes perdieron de que hay que ceder para que los consensos se logren con solidaridad y tolerancia.

Colombia tiene una comprobada fortaleza en su clase empresarial, que desde las más pequeñas hasta las más altas industrias, comercios, actividades agroindustriales, trabajadores independientes, gremios, academia, asociaciones y corporaciones de diversas índole, defienden con entereza sus derechos. Derechos conquistados con esfuerzos colectivos, y conocen sus deberes y los mecanismos de defensa cuando se trata de la protección de la dignidad, la familia, el trabajo y la libertad. Deplorablemente, la gran debilidad del país son sus partidos políticos, vestigios de un naufragio ideológico, y que como menesterosos no viven de la caridad pública, sino de las dádivas de la burocracia clientelista.

No ignora el nuevo gobierno que, frente a los excesos revanchistas que pueda pasar como viejas cuentas de cobro, hay en el país regiones muy definidas que sirven de contrapeso para no dejar hundir la sociedad. Conoce que Colombia es un país de regiones con sus propias peculiaridades. De ciudades grandes e intermedias. Su acendrado regionalismo y competitividad lo hace fuerte; si se quiere, altanero. Le da personalidad, al no existir un centro urbano que absorba todas las energías de país. En la fortaleza y diversidad de sus regiones, de sus culturas, de su geografía, de su etnografía, está la coraza para enfrentar los malos hábitos inoculados por aventureros centralistas, improvisadores.

La geografía, la orografía colombiana ha tenido una influencia decisiva en su idiosincrasia. Los hombres de las cordilleras andinas, los habitantes de la Amazonia y los Llanos orientales, los ciudadanos y raizales de las costas pacífica y atlántica, conforman grupos con grandes fortalezas para no estar dispuestas a dejarse tratar desde el centro del país como siervos. Son regiones altivas que, sin gozar aun de la juridicidad necesaria para cimentar sus autonomías, saben nadar a contracorriente para defender sus derechos y rechazar intentos que violen las normas de las libertades consagradas en la Constitución.

En las dificultades se ha medido de qué carnadura está hecho el hombre colombiano 

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