<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
Síguenos en:
x
Columnistas | PUBLICADO EL 21 octubre 2020

¿En qué momento nos jodimos?

Por alberto velásquez martínezredaccion@elcolombiano.com.co

Hace 30 años se editó un libro, dirigido por Plinio Mendoza, en donde diversos analistas pretendían darle respuesta al interrogante acerca del momento en que se “jodió” Colombia. El título era sugestivo. Y los planteamientos históricos interesantes. Para unos el momento de las desgracias comenzó desde la misma independencia. Para otros desde las guerras civiles rematadas con la de los Mil días con la cual se despidió el siglo XIX e inició el XX. No pocos analistas encontraban en la violencia liberal/conservadora de los años 1947 a 1953, las raíces del conflicto. Y su protocolización, el 9 de abril de 1948 con el asesinato de Gaitán.

Sociólogos y politólogos sostienen que esto comenzó a “joderse” desde la creación de Marquetalia por las Farc. Otros argumentan que el origen del conflicto nacional se da con la aparición de la droga como oxígeno para el narcotráfico, el paramilitarismo y la misma guerrilla. Los más tradicionalistas gritan que al perderse los valores morales y religiosos, vino el irrespeto por la vida humana. Terror y masacres ocupaban las primeras páginas de los medios de información. No faltaba sino el coronavirus, que hoy arrasa economía y salud, para concluir que el ciclo de “jodencias” no se ha cerrado.

Pero hay una segunda parte en esta historia, cuando recayó Colombia en la radicalización política que hoy es grave epidemia. Algunos columnistas ponen como mojón de esta nueva historia histérica de polarización, el momento en que Juan Manuel Santos anunció las negociaciones con las Farc en La Habana. Grandes electores que le votaron por considerarlo continuador de la Seguridad Democrática, se sintieron defraudados. El presidente Santos, para suavizar su mutación, convocó a un plebiscito, tanto para avalar el acuerdo como para moler a Uribe. Pero se le fue el tiro por la culata. Los gobiernistas modificaron el umbral de votos para aprobar la consulta. Ni así ganaron. El No al Acuerdo con las Farc se impuso. Santos, con grandes artimañas, sacó de la derrota una victoria.

La cadena de falacias arreció. En 2014, Santos tachó de mentiroso a su contrincante Óscar Iván Zuluaga porque este denuncio públicamente su solapado juego de regalarles curules parlamentarias a los cabecillas de las Farc. Luego se las donó. Engañó al país. A punta de mermelada logró mayorías parlamentarias para aprobar el famoso “fast-track” con el fin de reducir el número de debates requeridos para aprobar reformas a la Carta. No se le quedó argucia por ejecutar. El quiebre nacional retomó su camino.

Hoy Colombia vive en medio de la radicalización y del ocaso de la legalidad. Se burlan de las normas como aquella que prohíbe los tumultos para evitar más contagios y muertes por el coronavirus y las marchas indígenas la violan. Políticos veletas, graduados en deserciones y malabares partidistas, estimulan sus resquebrajamientos y plantean quiebres institucionales como la de revocar el mandato del presidente Duque a través de un referendo que modifique la Constitución. Pretenden ahondar más la actual polarización que destruya cualquier signo de convivencia. Y el establecimiento, débil y desentendido, bosteza en la indolencia. De seguir así, muy pronto se les acabará la fiesta. Y comenzará el drama.

Si quiere más información:

Continúa Leyendo
.