Síguenos en:
x
Columnistas | PUBLICADO EL 08 abril 2022

En algún lugar de la noche

José Manuel Arango no fue el típico poeta perdido, no era el poeta vestido de poeta —que abundan en este país—, sino vestido simplemente como ser humano que ha vivido.

Por Diego Aristizábal - desdeelcuarto@gmail.com

Cómo pasa el tiempo. Esta semana de abril se cumplieron 20 años de la ausencia de José Manuel Arango, quizás el poeta que más leo en cualquier momento. Recuerdo muy bien cuando “murió”. En esos días de duelo entre los allegados, casualmente me topé con el libro de quien, para mí, hasta ese instante de mi pobre vida, era un extraño. El libro estaba en esa librería empolvada llamada Este Lugar de la Noche, luego entendí el porqué de su nombre. Se lo mostré al Hamaquero, el hombre de barbas grises que vendía libros por la calle Barranquilla, al frente de la Universidad de Antioquia, y apenas lo vio, antes de darme el precio, repitió el nombre de la portada roja: “José Manuel Arango”, seguido de un murmullo: “Se nos murió el poeta”.

Desde esa noche empecé a leer sus Poemas y me alegré de la vida. Recuerdo que repetí muchas veces:

La noche, como un animal,
dejó su vaho en mi ventana;
por entre las agujas del frío
miro los árboles
y en el empañado cristal,
con el índice, escribo
esta efímera palabra.

Página 33, “Escritura”, del libro publicado en 1973, Este lugar de la noche, que le dio nombre a la recordada librería del Hamaquero, como un homenaje al poeta por hacer posible ese espacio. José Manuel, cómo no, era un poeta que creía en las librerías, en los libros.

A veces puede resultar complejo hablar de un hombre que no se conoció, de quien apenas se han visto un par de fotos, ambas tan iguales: una camisa blanca, una risita tímida en el rostro; pero, como lo dije alguna vez, uno conoce al autor es a través de su obra, lo demás no significa tanto, por lo menos para mí; tal vez por eso lo siento cercano después de leer Signos y Cantiga. José Manuel no fue el típico poeta perdido, no era el poeta vestido de poeta —que abundan en este país—, sino que era el poeta hecho poeta, sensible poeta, vestido simplemente como ser humano que ha vivido y por eso escribe versos que parecen el recuento de una marcha cotidiana bien vista.

Alguna vez leí en el libro de Stefan Zweig La lucha contra el demonio, específicamente al empezar el recuento de lo que fue la infancia de Hölderlin, que “desde su quieta mansión, los dioses envían a menudo a sus favoritos por algún tiempo a las naciones para que, ante su imagen y su recuerdo, el corazón de los mortales se alegre”. Yo pienso que durante 65 años José Manuel cumplió ese papel.

Hoy, en algún lugar de la noche o antes del amanecer, yo sigo leyendo a José Manuel, un poeta sencillo que escribió poco, pero sus poemas, por fortuna, pueden durar toda la vida; por algo

Cada noche converso con mi padre.
Después de su muerte,
nos hemos hecho amigos.

Diego Aristizábal

Si quiere más información:

.