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Columnistas | PUBLICADO EL 11 octubre 2022

Elecciones desenfocadas “Blonde”, de Andrew Dominik

Samuel Castro
Miembro de la Online Film Critics Society
Twitter: @samuelescritor

Dirigir es elegir. Por esa razón, más allá de que esté basada en un libro de Joyce Carol Oates, lo que vemos en “Blonde”, la cinta estrenada hace unos días en Netflix, donde se presentan algunos momentos en la vida de una rubia que se llama Norma Jean y todos conocen como Marilyn Monroe, es la visión de su director, Andrew Dominik. Y como es su visión, habría que decir que en algunas partes de la película su miopía es evidente.

Como una posible defensa ante ciertas críticas que se enfocan en la fidelidad o no de “Blonde” frente a los hechos reales en la vida de la actriz (críticas que también están fuera de foco), ha insistido mucho Dominik en que “Blonde” no es una película biográfica. Sin embargo, esa defensa, que es válida frente a aquellas acusaciones, flaquea cuando vemos la insistencia del director en conseguir que ciertas escenas luzcan exactas a famosísimas fotografías de Monroe. Porque entonces Dominik está jugando con cartas marcadas: quiere que el público lo aprecie porque se esforzó en lograr “copiar” esa vida, pero luego tiembla ante los reclamos de aquellos que, guiados por los parecidos, le reclaman por aquello que él imagina y que hace parte de su visión personal (él también escribe el guion) sobre el personaje. No se puede desear atrapar al público masivo, que quiere ver la película por el recuerdo o la imagen que tiene del ícono y luego menospreciarlo y refugiarse en la excusa del autor minoritario. O sí se puede, pero entonces queda claro por qué en su western de hace 15 años, se puso de parte del cobarde Robert Ford.

Y si le está haciendo una película solo a ese público cinéfilo y cultísimo, ¿de verdad pensará Dominik que le dice algo nuevo cuando escoge el camino de mirar a Marilyn como una víctima de los poderes machistas de Hollywood? Al contrario, son justo escenas como aquella donde pelea por sus honorarios las más interesantes, porque reflejan un poco más su complejidad frente a la imagen simplista que muchos tienen. Y si en el terreno argumental las contradicciones son muchas, en el visual son innumerables. Nunca se entienden las razones en la elección para determinada toma del ancho del cuadro, del uso del color o del blanco y negro, o de la velocidad de filmación. Es como si no quisiera decidirse por un estilo, y eligiera tenerlos todos. Y eso también es válido, como hizo Todd Haynes cuando contó la vida de Bob Dylan en “I´m not there”, pero había una lógica narrativa que le daba cohesión a esa diversidad visual, que aquí no existe. Sin mencionar la duración innecesaria de ciertas tomas que se tornan grotescas o la decisión de poner a unos fetos parlantes que darían risa si no fueran usados tan cruelmente.

Es una lástima que la brillante actuación de Ana de Armas, que logra escapar al cliché de la mujer loca y darle matices iluminando las sombras de la vida de Marilyn Monroe con sus gestos, esté casi atrapada en una película en la que Andrew Dominik se convierte, por sus malas decisiones, en uno más de los hombres que se aprovecharon de aquella rubia luminosa que nadie ha podido olvidar.

Samuel Castro

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