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Columnistas | PUBLICADO EL 16 septiembre 2022

El fin del boom estartapero

La incertidumbre en la economía global y el aumento de tasas de interés cambió totalmente el panorama de las start-ups, ese segmento de compañías donde, hasta hace poco, todo era optimismo.

Rappi me parece un misterio apasionante. Nadie gana, pero aun así tiene demanda: los restaurantes y consumidores deben pagar cada día tarifas más altas por la intermediación de la plataforma, los rappitenderos tienen una vida laboral mal paga e incierta, y Rappi sigue, literalmente, quemando plata sin poder demostrar un modelo rentable. ¿Por cuánto tiempo será sostenible esto?

No todas las historias de las start-ups en Latinoamérica son equivalentes a la de Rappi, pero me parece un buen punto de referencia para hablar de los problemas a los que, en mi opinión, se enfrentan muchas de las compañías de la industria. La incertidumbre en la economía global y el aumento de tasas de interés cambió totalmente el panorama en un segmento de compañías donde, hasta hace poco, todo era optimismo. Como en todos los inviernos de start-ups, habrá muchas empresas que cierren, se perderán empleos.

Así, abusando de mi rol de analista no certificado, aprovecho esta columna para hablar de los que creo que son los principales “mitos” que han sostenido el levantamiento de capital de muchas start-ups en Latinoamérica. Ante un panorama oscuro, serán las compañías que demuestren su valor más allá de estos mitos las que sobrevivan este inverno.

El primer mito: la promesa de tener “efectos red”. “A medida que más usuarios usan un producto o servicio, este es más valioso para las personas que lo usan”, es un principio que guía la promesa de valor en el futuro de la mayoría de start-ups en Latinoamérica. Sin embargo, estas son muy diferentes a Google, Facebook y demás compañías de software que suelen utilizarse como ejemplos de tener “efectos red”.

Por un lado, no es claro que el costo marginal de cada nuevo usuario en la mayoría de estas aplicaciones tienda a cero en el corto ni en el mediano plazo. Por el contrario, en general estos negocios tienen costos proporcionales al crecimiento de su operación: pierden dinero por cada servicio/producto que ofrecen. Entonces, si yo soy, por ejemplo, Rappi, y pierdo dinero en cada domicilio que hago, el capital que requiero y quemo tiende a crecer a medida que crezco. Si crezco exponencialmente, el dinero que pierdo en mi operación también crece exponencialmente, por lo que el capital adicional que requiero para sobrevivir mientras alcanzo mis “efectos red” aumenta a tasas insostenibles.

Y peor todavía: los “efectos red” de estas start-ups suelen ser locales, no globales. De poco le sirve a Rappi tener participación de mercado en Colombia para sus intenciones de entrar a competir en Brasil o México. El “efecto red” estilo Silicon Valley es un mito en la región.

El segundo mito es el de llegar a ser “una super-app”, un producto estilo WeChat en China que tenga “todas las cosas en un mismo sitio”. Rappi y otras apps piensan que su servicio de entrada —domicilios— es apenas el primero de muchos otros servicios que ofrecerán en un futuro —como los financieros— y que eventualmente harán su negocio rentable. Viendo el ritmo de adopción de estos servicios adicionales, dudo que este sueño de “super-app” sea algo que alguna start-up local sea capaz de lograr.

Finalmente, está el mito de “la data”. Muchas veces se dice que lo que vale de las start-ups son sus “datos”, así no más, en abstracto. Sin embargo, no todos los datos son inherentemente valiosos. Si toda la información que estas empresas logran capturar no se traduce en un producto de mayor valor para sus usuarios o en eficiencias en su operación, de nada sirve, no importa que repitan como loros que “los datos son lo que les darán valor en el futuro”. ¿Futuro cuándo?

Trabajé en una start-up hasta hace unos meses, salí de ahí ante mi crecimiente pesimismo por el ecosistema. Espero ser mal profeta, pero mi pesimismo se mantiene. Ojalá me equivoque, pero lo que sigue para el boom de start-ups en América Latina no será todo historias felices... 

David González Escobar

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