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Por Daniel González Monery
Universidad del Atlántico
Lic. Ciencias Sociales, semestre 8
moneri11@hotmail.com
Colombia es un país cada vez más peligroso para nuestros niños. En promedio, cada 22 minutos, en algún lugar del territorio nacional, un niño o una niña está siendo abusado, o abusada, sexualmente. El Estado fracasó en su política de protección a menores frente a los violadores. Aun cuando las penas han aumentado, la impunidad es la mejor aliada de los agresores.
Por eso no dejo de pensar en la marca indeleble que les queda en el alma a esas personitas frágiles que sobreviven, y en su irreparable sufrimiento. Tampoco puedo dejar de pensar en lo miserable que es quien ataca sexualmente a un niño o a una niña para saciar sus más bajos instintos.
El deleznable y atroz crimen cometido y confesado por 7 soldados, pertenecientes a la Octava Brigada del Ejército Nacional, hacia una niña indígena de la etnia embera chamí, en el departamento de Risaralda, ha conmocionado a todo el país aun cuando no es el primero, ni va ser el último, caso de acceso carnal violento de uniformados hacia menores de edad. A estos miserables debe caerles, como se espera, todo el peso de la ley.
No existe, ni debe existir, para ellos, ningún tipo de aforo ni cobijamiento especial. Lo que hicieron fue horrible, pues no solo deshonraron a su institución, a su uniforme, sino también, y lo más importante, deshonraron a la niñez colombiana y, por eso, merecen el repudio, odio y rechazo de todo el país.
La vida y el cuerpo de los niños, son sagrados, intocables y todo aquel que los vulnere, ni siquiera merece, en mi opinión, el perdón de la divina providencia. Como mínimo, los colombianos esperamos que este caso en particular no quede, como muchos otros, en la vil impunidad. Todos, al unísono, exigimos justicia, la no repetición de estos atroces actos de barbarie y, por supuesto, la separación inmediata del Ejército para quienes incurran en estos vejámenes.
El Estado es en gran parte responsable de que a los niños, especialmente en las regiones históricamente golpeadas por la violencia, los utilicen como juguetes sexuales. Es imperativo hacer que el aparato estatal llegue eficazmente a todo el territorio nacional, no solo con presencia de la Fuerza Pública, sino también con salud, educación, vivienda y todo lo que sea necesario para mejorarles a los niños su calidad de vida y sacarlos de esa violencia sexual a la que los han sometido.
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